Salvador Guerrero Chiprés
Las políticas públicas locales consistentes, capaces de entender a la ciudad no como un simple territorio de servicios, sino como un entramado de derechos cotidianamente reclamables y disponibles, dialogan con las grandes agendas globales.
Esa lógica la confirma la Ciudad de México al ser reconocida internacionalmente por la ONU-Hábitat y la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI). La capital aparece, al mismo tiempo, como laboratorio urbano y actor que materializa los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El reconocimiento de ONU-Hábitat a las Utopías va más allá de lo simbólico. Desde Nairobi, donde se entregará el 6 de octubre, se leerá a la Ciudad de México como una de las pocas urbes capaces de reinventar el espacio público con un horizonte de justicia social. La jefa de Gobierno, Clara Brugada, ha definido uno de sus programas vertebrales así: no son parques ni centros culturales aislados, son “respuestas humanitarias frente a la desigualdad”.
La idea de una infraestructura social gratuita, moderna y dirigida a quienes menos han tenido se centra en la apropiación del espacio público en condiciones de igualdad, en una arquitectura de la inclusión, en equipamientos abiertos a mujeres, jóvenes, personas adultas mayores y con discapacidad.
El Pergamino de Honor, entregado en el Día Mundial del Hábitat, ha distinguido en más de tres décadas a 197 iniciativas. La capital nacional se coloca en ese selecto grupo que proyecta innovación social en la recuperación de lo comunitario como factor de cohesión.
Desde la capital nacional se moldean políticas públicas innovadoras. Como el C5 del Agua, operado por la Secretaría de Gestión Integral del Agua, encabezada por Mario Esparza, desde el Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano.
Este modelo fue reconocido por la UCCI en Madrid con el premio al segundo lugar en la categoría de Innovación Iberoamericana, por combinar sensores, monitoreo satelital e inteligencia artificial para vigilar y administrar el recurso hídrico en una ciudad donde el agua es un tema de seguridad. Un proyecto que toca el nervio más sensible de cualquier metrópoli contemporánea: la sostenibilidad del líquido.
Ambos premios revelan cómo lo comunitario y tecnológico, lo humano y sistémico, se entrelazan en una narrativa que coloca a la Ciudad de México en la órbita de los ODS con la capacidad para impulsar asentamientos humanos inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
La crisis del agua en la Ciudad de México no se resolverá en una cumbre climática internacional, pero sí puede gestionarse pertinentemente con un sistema de monitoreo inteligente. La desigualdad social no se reduce con estadísticas macroeconómicas, pero puede enfrentarse al abrir espacios gratuitos de cultura y deporte.
En la vida cotidiana las agendas universales cobran sentido.
@guerrerochipres
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