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Destacada Jaime García Medina La Aldea

Columna Los estamos viendo: Las señales que los gobernantes mandan y no ven

Los gobernantes en México son, a su criterio, avezados políticos y candidatos insuperables: como suelen ser de sobrados, asumen que saben y aún más dominan el marketing electoral mejor que nadie. Andrés Manuel López Obrador lleva 23 haciendo campañas y desde 1999 -hace 20 años- fue candidato. Enrique Alfaro Ramírez anda en los mismos caminos porque desde ese 1999, en la campaña presidencial de Francisco Labastida el actual gobernador ya daba ruedas de prensa como Coordinador de Enlace Juvenil del CDE del PRI y en 2006 fue candidato a diputado local plurinominal por el PRD.

En su columna de Milenio Con pies de plomo, el politólogo de la Universidad de Guadalajara Gabriel Torres narró el el 2 de noviembre de 2017 el inicio en campaña de Alfaro: Al igual que AMLO, Enrique Alfaro está en campaña desde 2010. Desde que logró ser presidente municipal de Tlajomulco (2010-2012), sus acciones se encaminaron a buscar la gubernatura. En Jalisco no existe ningún aspirante a gobernador o político que tenga ese récord de tiempo en campaña por la gubernatura”.

Pero lo que ninguno recuerda o entiende, y entre ellos están Andrés Manuel y Enrique, es que el candidato es el mensaje. Sin querer o deseándolo, envían señales que casi todos entendemos y en consecuencia, poco a poco la mayoría que construyó, se disuelve. El 2 de diciembre de este año en El Universal el politólogo José Antonio Crespo definió el mal de las señales así: “Y este primer año López Obrador creó lo contrario. La cancelación de Texcoco no fue el único error cometido, pero quizá sí el más grave por la señal que mandó…”.

Las principales señales que ha enviado Enrique Alfaro Ramírez y que él mismo no ve, pero le dañaron son:

1.- Es un político más, como cualquier otro. Eligió la mentira como sustento en su mensaje. Al gobernador Alfaro lo que la sociedad piense le importa un bledo. El 2 de abril de este 2019, a casi cinco meses de iniciado su gobierno, le entró durísimo a la posverdad, se animó a defender lo indefendible, y se atrevió a cuantificar el peso político de un periódico lo que es todo un despropósito. En referencia al Diario NTR que le publicó el reportaje sobre el negocio sexenal A Toda Máquina -que ya la propia Contraloría del Estado informó que presenta irregularidades- advirtió en un discurso: y ningún periodiquito va a inventarme una historia de corrupción”. Ese que él llamó periodiquito lo puso en el basurero de la historia. Si a él su negocio no le pareció malo, a todo Jalisco sí. Las múltiples investigaciones de imagen que se han publicado lo dejan en la mediocridad y es un gobernador sin confianza ciudadana. Anda en medio de todos sus homólogos del país, entre los de Tlaxcala, Colima, Tamaulipas -sí señor-, Nayarit e Hidalgo. Terrible.

2.- Avergüenzan y duelen sus pactos con el grupo que le entregó el poder. Ante un histórico, sin precedente, saqueo de las arcas públicas, no hay ningún pez gordo detenido y procesado. Ninguno. El perdón metaconstitucional existe y prevalece en Jalisco. La gente lo ve mal.

3.- Menosprecia a la gente. Por eso la gente no cree ciegamente en su palabra y su posverdad no es aceptada. No hay ningún incentivo social para adherirse a sus posturas. La encuesta difundida más reciente de Massive Caller lo ubica, en confianza, como el gobernador 20 de una larga lista de 32. Esto es inconcebible en alguien que desea ser candidato a presidente de la República, oponerse al presidente de la República y a su partido; ganar la elección intermedia en su estado.

3.- Trabaja poco y vacaciona mucho. La agenda del gobernador Enrique Alfaro es similar a la que sostenía su antecesor, Aristóteles Sandoval. Muy distinta y distante de la que sostiene el presidente Andrés Manuel López Obrador. Con un agravante más: sus vacaciones y puentes vacacionales son frívolos.

4.- En Jalisco casi todos los servidores públicos hacen lo que quieren. Cada mes, o hasta cada semana, hay un escándalo de servidores públicos. Cuando no es uno, es otra.

Pablo Lemus Navarro presidente de Zapopan que olímpicamente lo mandó hasta Palenque Chiapas, al rancho de Andrés Manuel López Obrador y no se advierten avances en el rescate de la inversión de Ipejal; Héctor Álvarez presidente de Zapotlanejo es un cacique irascible, violento e irreprensible, aunque golpee a las mujeres; Ismael del Toro presidente de Guadalajara nada más no trabaja. Bueno a una cuadra de Palacio Municipal, sede de su gobierno operan bandas de ladrones, etcétera.

Son las señales que envía el gobernador de Jalisco a los ciudadanos. Por malas acciones o por omisiones, los jaliscienses estamos viendo el cinismo y el desdén como formas de gobierno.

Decepcionante porque el gobernador cree que va bien.

 

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