Por Amaury Sanches
En una era donde las palabras “justicia social” y “sostenibilidad” parecen eslóganes de moda, es refrescante ver a figuras como Alfonso Ramírez Cuéllar sumarse al debate serio y sustantivo sobre el papel del Estado en la generación de valor público. Acompañado por Luis Godoy, Mariana Mazzucato y los directivos de CEPAL México, este intercambio de ideas no solo es oportuno, sino necesario para replantear la narrativa económica de nuestros tiempos.
¿Qué es el Estado Emprendedor?
La economista Mariana Mazzucato, conocida por su incisivo análisis sobre el rol del sector público, ha argumentado que el Estado no debe limitarse a ser un mero árbitro o espectador en el campo económico. Por el contrario, debe ser un agente activo, capaz de asumir riesgos, crear mercados y, sobre todo, fomentar un desarrollo equitativo. Bajo esta premisa, el Estado no solo invierte, sino que innova, estableciendo los cimientos de sectores económicos que los mercados privados no suelen priorizar por su alto costo o largos periodos de retorno, como la investigación científica, las energías limpias y la infraestructura social.
Sin embargo, la implementación de este modelo requiere algo más que intenciones bien articuladas en conferencias. La idea del “Estado Emprendedor” enfrenta desafíos históricos en países como México: una burocracia a menudo ineficiente, corrupción persistente y un sector privado que, en muchos casos, prefiere depender de la captura de rentas en lugar de competir en mercados abiertos.
El Estado Emprendedor en México: ¿Realidad o utopía?
Alfonso Ramírez Cuéllar, reconocido por su enfoque progresista, tiene claro que México necesita romper con paradigmas económicos que han profundizado la desigualdad. Al unirse a la reflexión junto a CEPAL, Luis Godoy y Mazzucato, lanza un mensaje potente: el desarrollo sostenible no es una utopía, sino una urgencia.
México, con una vasta riqueza natural y una población mayoritariamente joven, tiene el potencial de transformarse en un ejemplo de economía verde e inclusiva. Pero, como bien señalaría Mazzucato, esto no sucederá sin una visión estratégica del Estado.
Un Estado Emprendedor mexicano debería priorizar:
1. La transición energética: México tiene recursos naturales que podrían posicionarlo como líder en energía renovable. Pero esto requiere inversiones significativas, regulaciones claras y, sobre todo, una narrativa que privilegie el bien común sobre intereses particulares.
2. La equidad fiscal: Sin una base tributaria sólida, cualquier intento de expansión del Estado será un castillo de naipes. La reforma fiscal es, pues, el primer paso para garantizar recursos suficientes que impulsen políticas públicas sostenibles.
3. La innovación tecnológica: Las universidades, los centros de investigación y las pymes mexicanas necesitan un ecosistema robusto que fomente la transferencia de tecnología, la investigación aplicada y la integración de cadenas de valor globales.
Entre la teoría y la práctica
El entusiasmo de foros como este, aunque valioso, debe traducirse en acciones concretas. De nada sirve reflexionar sobre el papel del Estado Emprendedor si la implementación de políticas se queda en letra muerta. La verdadera prueba está en enfrentar los intereses que frenan el progreso: los monopolios, los sindicatos corporativistas y una cultura política que muchas veces privilegia el cortoplacismo.
En palabras de Mariana Mazzucato, “el Estado debe tener el coraje de soñar”. Y México, bajo el liderazgo de actores como Ramírez Cuéllar y el respaldo intelectual de CEPAL, puede soñar en grande. Pero el sueño solo se materializará si el diálogo da paso a políticas audaces y eficaces.
Conclusión
El camino hacia un desarrollo justo y sostenible no es sencillo. Es una batalla constante contra la inercia del status quo. Pero si el Estado asume su papel como emprendedor, el futuro puede ser mucho más prometedor. Y quizá, algún día, dejaremos de hablar de “potencial desperdiciado” para empezar a celebrar un México que, finalmente, decidió invertir en su gente, su talento y su futuro.
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