Horacio Villaseñor
Una ciudad con “servicios” que no sirven, que está hecha un asco, que se inunda y que no es segura, no es el lugar deseable, pero como es lo que hay, te adaptas, te acostumbras y normalizas. Si tienes dinero, eres menos conformista, buscarás alguna opción de mejora, los cotos privados, las urbanizaciones cerradas en su momento, fueron una alternativa. Los desarrolladores inmobiliarios los vendieron, al principio, como lugares exclusivos y de lujo, después, ante el aumento delincuencial, como lugares seguros. El lujo se fue perdiendo, no el negocio, los empresarios después ofrecieron vivienda más pequeña, accesible pero también en callesprivadas que el “gobierno municipal” autorizó a pesar del daño generado al sistema vial metropolitano con fracciones cerradas que impiden la continuidad de viaductos, calzadas y avenidas. En años recientes ante la escasez de terrenos accesibles para vivienda horizontal, el condominio vertical tomó auge, sin embargo, detrás del esplendor aparente de cotos y condominios verticales está la ineptitud del ayuntamiento que no puede gobernarse ni así mismo, mucho menos impulsar el desarrollo urbanístico de la ciudad. Me explico: En países donde el gobierno sí gobierna, donde los servicios públicos sí sirven, la normalidad es que la ciudad está limpia siempre; el agua que llega a las casas se puede beber; con lluvias típicas o atípicas no hay inundaciones; no existe peligro de que te caiga encima una rama, mucho menos un árbol; las banquetas y calles no tienen hoyos; no hay colonias sin pavimento ni oscuras; la prevención del delito es real, no tienes que hacer reportes de todo aquello que es previsible, el gobierno se anticipa, todo funciona más o menos bien y el fenómeno de gentrificación es mínimo además de enfocado a zonas históricas o turísticas remodeladas.Se trata de mejoras que se suman al buenfuncionamiento de los servicios públicos que sí sirven, y por la acción mercantil, aparece limitadamente ese proceso urbano de transformación socioespacial. En ciudades como Guadalajara, donde a partir de los noventa, con la alternancia política, llegaron a los ayuntamientos “gobernantes” sin experiencia, habilidad ni talento para poner orden, el desarrollo urbanístico de la ciudad se abandonó y el fenómeno de expulsión es distinto a lo que sucede en otras partes. Los ladrillos cuestan igual en una colonia rica como en una pobre, lo diferente es el aumento de valor que las construcciones tienen por su entorno, particularmente por la calidad de los servicios públicos, de allí que en tanto ellos no sirvan la vivienda convencional baja de precio, lo que es aprovechado por empresarios para comprarlas, tumbarlas y construir vivienda vertical que al tener controles, exclusividad, y vigilancia, se ofrecen con éxito ya que suplen las deficiencias causadas por los gobiernos tan malitos. La mejor prueba de que el fenómeno de gentrificación no es lo que expulsa tapatíos es que el área central, la zona histórica, aunque sea remodeladano se aburguesará nunca, no será atractiva porque seguirá sucia, llena de indigencia y delincuencia. En resumen, los barrios no están siendo revalorizados por el ayuntamiento, la inversión institucional es nula y la eficacia de los servicios públicos es un poco menos malita en colonias donde la clase media y alta ayuda. La gente pobre no se va de su barrio, en lugar de ver mejoras cada día están peor, las zonas de protección patrimonial a cargo del ayuntamiento sí pierden habitantes, pero por descuidadas y las áreas donde la sociedad económica puede intervenir son pocas, son las únicas que mejoran y los tapatíos de allí que se van, lo hacen voluntariamente, porque al haber más gente los “servicios públicos” que no sirven, empeoran. Entonces llegan, temporalmente, personas que aún no saben lo mal que la pasarán, en lugares caros y malos. Ese fenómeno, al tiempo, se revertirá y poco a poco, si el ayuntamiento no hace lo que debe hacer, que no es regular, se vaciarán también esas colonias. Con servicios que sí sirvan y cobertura total, en toda la ciudad se generarían plusvalías, la oferta crecería, las rentas bajarían y los problemas serían nuevos y, además, menores. Es la ineptitud del ayuntamiento lo que está expulsando tapatíos. Ni hablar.
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