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En la Mira Opinión

Hocus Pocus • Prohibido prohibir


Por Pablo Carranza *

Mis padres nunca fumaron, ni mis hijas ahora, pero yo sí, y casi todos mis amigos de juventud; no sé si tuvo que ver con mi generación X de los setentas, donde estábamos asustados por la guerra de Vietnam y la amenaza de las bombas nucleares que no tardarían en mandar el mundo al carajo, así que no pensábamos llegar a viejos.

Ese fumar era también un símbolo de rebeldía, enojados con ese mundo adulto estricto y amenazador. Nos gustaba sentirnos libres como el vaquero de Marlboro en las praderas y las montañas nevadas, con caballos y fogatas a la luz de la luna. Era romántico y emocionante.

Y era inspirador; no imagino como podría haber escrito spots de radio con cuarenta palabras y storyboards para los canales 4 y 6 de televisión, sin echar mucho humo y con una taza de café tras otra.

Siempre supimos que era dañino a la salud y no creo que haya un fumador que no lo sepa. Y ese puede ser el argumento que se fortalece en la conciencia de muchos para no fumar, pero para otros no es suficiente. Dicen los neurólogos que hay quien tiene receptores para la nicotina que producen placer y que a los que no tienen esas neuronas no les causa satisfacción alguna. Es cosa de química cerebral, entonces.

Pero yo creo que debe haber una base de respeto al otro, del que fuma al que no fuma y viceversa, donde nace la tolerancia, y en eso radica la capacidad del ser humano para vivir en sociedad. Nadie tiene, por ningún motivo, derecho a juzgar, criticar, condenar y menos prohibir, la conducta del fumador adulto. Es su decisión.

Que se hagan campañas de conciencia en los niños, en las primarias, a través de los medios si se quiere, que se gasten millones en eso; de algo servirá. Pero de todos modos seguirá habiendo fumadores y después de que nos hayamos ido los que ahora estamos vendrán otros y luego otros.

Y si cierran las tabacaleras (en ese afán de los gobernantes de ser papás) se producirá en la clandestinidad en miles de sótanos y adquirirlos será una emocionante hazaña, burlando a las policías vueltas locas, como en el Chicago de hace cien años con la tonta prohibición del alcohol.

Por lo pronto, y para hacer enojar a los gobiernos y legisladores que no saben ya qué, inventar, voy a invitar a mis amigos a jugar una cascarita de futbol en calles de Zapopan y al terminar nos sentaremos en la banqueta a dar buena cuenta de una cajetilla de Benson dorados. Faltaba más.

*Psicólogo y periodista

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