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Los estamos viendo- AMLO 2 años y a la tormenta perfecta


Jaime García Medina*

Con las elecciones del 6 de junio próximo caerá sobre México la tormenta perfecta en política.

Hacia allá nos llevan en su guerra abierta el presidente Andrés Manuel López Obrador y todos sus opositores que se aprestan a dar lo que indudablemente a nadie nos conviene: la madre de todas las batallas.

Mientras ese es el tiempo perfecto para López Obrador, mientras ese es el tipo de batalla que anhela el presidente, sus adversarios han aceptado cándidamente el reto, y caminan hacia un encontronazo en el que no van a salir bien librados.

Digamos que sus adversarios se caracterizan por ser, o padecer, todo aquello que los estrategas de guerra y expertos en liderazgo califican como anormalidades o anomalías de carácter en líderes.

LAS FORTALEZAS DE OBRADOR

 Son muchos los lados cuestionables del presidente Obrador, pero también son muchas sus virtudes, mismas que minimizan y soslayan sus rivales.

La principal virtud es que Obrador planea. A ello dedica buena parte del día. La otra, la emplea en la gestión de lo que planeó. Sus adversarios en cambio apuestan solo a la espectacularidad, al uso de lo que ellos consideran ingenio, a la construcción de discursos que son útiles para el consumo de los conservadores, y dedican tiempo valioso en armar a sus ejércitos de notables, de sabios, de expertos en galaxias, medicina, física, química, etc. dotados de elocuencia, pero a los que el pueblo rechaza porque identifica como su verdugo eterno.

Después de planear todo lo que hará en el año, en el mes, en la semana, y en el día, López Obrador hace política. Junto a ella, está la comunicación, cuyo uso explota con destreza.

Tras su estrategia está el control. Todo lo útil se regula desde Palacio Nacional. Andrés Manuel opera con facultades constitucionales y metaconstitucionales, aunque haya tratado de aparentar que es un ser proto demócrata.

Sus poderes metaconstitucionales, que no le han cuestionado con eficiencia sus adversarios son: usa a discreción el Poder Legislativo desde el Senado hasta San Lázaro, donde creó mayoría; usa a discreción el Poder Judicial; usa a placer a la Unidad de Inteligencia Financiera; usa con cordura a la “autónoma” Fiscalía General de la República y usa casi siempre, “el librito” o “la historia”.

En sus potestades constitucionales es ducho: usa el Poder Ejecutivo y todo lo que ello envuelve, especialmente: usa las conferencias mañaneras; usa las redes sociales y cuando necesita, usa “otros datos”.

Y esto no lo advierten sus principales opositores. El periodista de Milenio Carlos Marín en su columna El Asalto a la razón del 12 de febrero de 2019 cree haber dado en el blanco y escribe: “Estudioso de la comunicación, Luis Estrada Straffon le ha puesto especial atención a las 52 mañaneras que ya van en 73 días y, por lo dicho ayer con Joaquín López-Dóriga, no resisten la prueba del ácido: “En ocho años, Reagan hizo 11 conferencias de prensa. AMLO está a 17 de alcanzar a Obama”, que en el mismo lapso tuvo 45 (W. Bush y Clinton empataron con 49). “Trata de posicionar un mensaje, pero en los siete diarios más importantes, la nota que quiere fijar el Presidente es retomada como principal en solo 13 por ciento. Y repite temas no resueltos en términos de comunicación. Las giras las utiliza para dar a conocer un programa social y menos del cinco por ciento de las veces es noticia importante. Y el Presidente dice ‘Vamos avanzando’, cosa curiosa porque no esperarías menos, y lo ha dicho 45 veces en 52 conferencias; en 55, que va bien. Más de una vez en promedio al día ha dicho la palabra neoliberal y todos sus derivados: 79 veces; 17 a Porfirio Díaz y al porfiriato; a los conservadores se ha referido 43 veces, y todo lo que tiene que ver con lo fifí lo ha mencionado 11 veces, casi siempre en relación con la prensa. A Fox y Calderón, 13 veces. Peña Nieto y Salinas 10 veces y a Zedillo nueve”.

No. Esa estadística, siendo cierta, no funciona en tiempos de la posverdad y de la venganza popular. A las masas no les interesa eso. Por eso cierra el año, según Mitofsky y El Economista con un acuerdo popular del 58.0 y un desacuerdo alto pero disperso, del 41.6.

Por eso su partido y sus aliados que ya tienen la mayoría en el Senado hasta el 2024, según reflejan las principales firmas encuestadoras del país, podrían retener el control en San Lázaro en el 2021; podrían ampliar su poderío que ahora va en 19 congresos locales; está muy cerca de ganar 9 gubernaturas más para pasar a 15 y trabaja intensamente en ganar al menos 3 de las 6 que se disputa palmo a palmo con la oposición.

Esa es la tormenta perfecta y allá vamos. Está aderezada con Covid-19; con un freno económico; con crisis nacional de inseguridad. Pero Andrés Manuel tiene una ventaja: el pueblo le ha dado donde guarecerse en esta tormenta perfecta; le ha regalado paraguas y botas antilluvia. Sus opositores son cándidos y no tienen protección alguna. Pero quisieron pelear.

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