Por Jaime García Medina*
La realidad que vive Jalisco es dura y no la dimensionamos. De hecho, el gobernador Enrique Alfaro y los presidentes municipales están alojados en su zona de confort, forjan y viven otra realidad distinta a la que tenemos y han dejado que de ellos se posesione el marketing electoral. No hacen nada sin que no lo propongan, vean, produzcan o intervengan de forma cualquiera sus expertos en la comunicación y estos carecen de ética y respeto al servicio público.
Las páginas de los diarios locales de ayer domingo y la semana, así como las redes sociales, son demostrativas de esta realidad y forman parte inseparable de la agenda pública, pero mucho antes, de la agenda social: primer lugar nacional en afectaciones inexplicables por dengue, economía en paños menores con cierre de negocios; botones que la sociedad ignora, burla y desafía; mesas de análisis con especialistas que se replican una tras otra a velocidad de vértigo y que no resuelven casi nada; medidas que se difunden para que suenen bonito pero dejan afuera de restaurantes, de acceso a plazas comerciales y negocios a hombres y mujeres de 60 años de edad o más elevándose la discriminación en el invierno de los seres humanos; problemas internacionales por desaparición forzada de extranjeros; protestas de algunos religiosos porque se cierran templos y no se piensa en lo espiritual; la repoblación de los municipios en Zona Metropolitana, abandonando miles de familias diariamente la capital para alojarse en municipios pobres causándoles más pobreza y carga; ejecuciones dentro de casas tras retorno de quienes los habían robado; protestas por este y aquel motivo, ahora es una viñeta amplia de Mural sobre quejas de mujeres demandando respeto a su decisión de abortar con todas las garantías sanitarias; hacinamiento en el transporte público que no deja de ser otro imperio sobre el débil gobierno, etcétera, etcétera.
Ya no se puede seguir igual y aunque los gobernantes vivan en su zona de confort, haciendo una y mil acciones irregulares, o ilegales, o muy incómodas para la población, aunque digan que vamos bien, la sociedad va mal, está mal, y está irritada.
Lo menos que se les puede decir es que están jugando con fuego y deben mostrar más cuidado para nosotros, sus mandantes.