Salvador Guerrero Chiprés
Las situaciones de violencia más recientes en planteles de la UNAM han evidenciado la urgencia de colocar la salud mental y emocional de las y los estudiantes como parte central de la educación.
En las últimas dos décadas, el deterioro del bienestar mental juvenil se ha convertido en un fenómeno global. La Organización Mundial de la Salud advierte que uno de cada siete adolescentes entre diez y 19 años vive con algún trastorno diagnosticable; los más comunes son depresión y ansiedad. En México, el Inegi muestra que más de la mitad, de las y los jóvenes declara haber sentido desesperanza o cansancio extremo en el último año.
Estos datos, en los pasillos universitarios pueden traducirse en alguien que no duerme, no come por ansiedad, evita hablar del miedo porque lo confunde con debilidad. Y cuando un hecho violento irrumpe en la vida académica —como el homicidio de un estudiante del CCH Sur por parte de un joven quien ingresó con una daga o las amenazas de explosivos en otros planteles— trastoca la rutina y reabre heridas colectivas.
Más allá de la tragedia inmediata queda la urgencia de atender la salud mental con la misma prioridad de la seguridad física. La UNAM, como otras universidades, enfrenta el desafío de reconstruir confianza.
Un reto urgente, de acuerdo con el rector de la máxima casa de estudios, Leonardo Lomelí. Principalmente en la era digital y de las redes sociales.
En estos espacios, lo que antes era una conversación privada ahora se multiplica en línea: humillaciones, acoso, bullying digital. El espacio virtual como refugio o campo de batalla.
Las comunidades “incel”, foros de odio o corrientes que romantizan la soledad y el resentimiento son síntomas de una masculinidad fracturada. Aislamiento, rechazo y frustración se convierten en riesgos de autodestrucción.
Realidad que dialoga con la disposición institucional para ofrecer espacios de atención a la salud mental, como la estrategia Vida Plena, Corazón Contento, desarrollada por la jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, para llevar apoyo psicológico a las escuelas. Un programa con posibilidades de ser introducido en la UNAM, confirmó ayer la mandataria capitalina.
El Día Mundial de la Salud Mental, conmemorado cada 10 de octubre, es una oportunidad para recordar la necesidad de estructuras de atención sólidas. El número 9-1-1 del C5 ya no se limita a emergencias médicas o policiales, también es un puente en casos de crisis emocionales hacia instituciones especializadas, como el Consejo Ciudadano de la CDMX.
Para hacerlo funcional se requiere confianza: que las y los jóvenes sepan que pedir ayuda no es signo de debilidad, sino de autocuidado.
@guerrerochipres
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