Crónica:
Eran las dos de la tarde 40 minutos (14:40) en la colonia Hermosa Provincia en la zona oriente de Guadalajara y a diferencia de otros años por circunstancias de la pandemia, hoy no lucen pletóricas, pero no quiere decir que estén solas, de ninguna manera, es más bien el respeto hacia las disposiciones de las autoridades de los distintos órdenes que marcan las disposiciones.
Al llegar a la glorieta central, se encuentra el Templo más grande de Latinoamérica el recinto sede de la Iglesia La Luz del Mundo.
Son las 2:57 y se escucha un sonido melódico, no a base de instrumentos musicales, ¡no!, era el coro de Hermosa Provincia y el metropolitano que con estrofas cantaban al unísono,
“¡Somos las Luz del Mundo por la gracia del Señor!
¡Gloria en las alturas los cristianos cantan dulcemente, a nuestro Salvador!
Son las 3 de la tarde y a las afueras del templo, se miran las filas de mujeres y hombres con sus rostros llenos de algarabía como si fueran a una gran fiesta, ¡sí!, es la fiesta más grande de toda la tierra para quienes profesan esa fe, muchos, no todos, con sus rostros hacia el suelo, pero no es señal de pena o vergüenza, ¡no!, es el respeto que tienen de ingresar al templo donde será la ceremonia de la Santa Cena, el acto más importante de La Luz del Mundo, en el que conmemoran la muerte del Señor Jesucristo. Ya en el interior del recinto, al frente todos los coros siguen entonando alabanzas a Dios, con un estricto orden, un pasillo de casi cuatro metros adornados con una alfombra roja, separa a los varones de las mujeres ellas que visten de largo y con sus cabezas cubiertas como señal de respeto, se encuentran ordenadamente, atendiendo todas las medidas de prevención por el Covid-19 que las autoridades del Sector Salud dispusieron, se encuentran formalmente vestidos hombres y mujeres, semejantes a un gran ejército.
Son las 3:13 y los murmullos y los cánticos se escuchan fuertemente en los que dan voces de amén y glorias a Dios.
Pero en las alabanzas, se escucha un eco imponente, se siente una paz profunda, mientras algunos ministros en el altar vestidos de blanco preparan el gran banquete que servirán, ¡no!, tampoco son platillos con guarniciones adornados, ¡no!, es el pan y el vino con el que estarán sentados a la mesa no material, todo es en sentido espiritual, “nadie podrá separarnos de ti” en referencia al Señor Jesús siguen cantando los imponentes orfeones.
Esa es la doctrina que el Director internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, Naasón Joaquín García les ha enseñado, la Iglesia, es la segunda más grande del país y la de mayor crecimiento en México.
En el interior del templo, no se ven santos en las paredes ni a los costados, ni al frente, solo hermosos arreglos florales naturales por doquier y en el altar mayor una leyenda que dice: “Santidad a Jesucristo”.
El templo en su interior luce majestuoso, al filtrarse los rayos del sol por los cristales de colores que visten este imponente templo.
Son ya las 3:32 de la tarde y a las afueras siguen formados los miembros que entrarán a la sede, la felicidad se nota en sus rostros, como si su destino fuera una gran cúspide y al verla, apresuran y dirigen sus pasos con firmeza y con seguridad, y mientras com o si fuera un gran corazón, los miembros de los orfeones hacen estremecer con sus cánticos el alma, como si se sintieran fuertemente los latidos del corazón, algo inexplicable que solo experimenta en esta ceremonia.
Son las 4 de la tarde, y se escucha otro himno que hace retumbar los corazones: Después de la batalla Dios nos coronará, Dios nos coronará en aquella Santa Sión”, es la fe de los miembros de La Luz del Mundo, a quienes los caracteriza el orden pero sobre todo, la unidad en la que se encuentran a pesar del proceso injusto que viven del dirigente de la Iglesia: “somos la iglesia la Luz del Mundo, Columna y Apoyo de la Verdad”, se escucha otro himno; “en medio hay un Apóstol que trae la autoridad”, se percibe un gran eco, a una voz por el reconocimiento pleno al apostolado de Naasón Joaquín.
Ha comenzado el evento espiritual en la que un ministro hizo su arribo al púlpito para que comience el evento magno, y los cánticos siguen: ¡Aleluya! Aleluya, mi alma canta hoy!
Sin duda es una gran fiesta, se siente, se respira, se mira en los rostros de los asistentes porque no se miran que estén solos, de hecho nunca lo han estado.
