Por Amaury Sánchez G.
Por un instante, el aire de Tonalá tuvo ese aroma que sólo despide la promesa cumplida. A las cinco de la tarde, el bullicio de las calles se mezclaba con el eco de los aplausos y el rumor de los pasos que cruzaban por primera vez los pasillos del nuevo Hospital Tonalá Centro, una obra que —más allá del concreto y las luces de inauguración— representa la dignidad de un pueblo que aprendió a creer en sí mismo.
El subsecretario de Salud, Dr. Ramiro López Elizalde, acudió en representación de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, para atestiguar que la salud pública puede y debe construirse desde lo local, con visión federal y rostro humano. Su presencia no fue sólo protocolaria: fue el símbolo de una nueva etapa en la que la Federación acompaña los proyectos que nacen desde la raíz de los municipios.
En el templete también figuraron el Dr. Héctor Rauul Pérez y José Luis Gonzalez Iñigo, testigos de una jornada que quedará en la historia del municipio. Y junto a ellos, el reconocimiento merecido al Dr. Alejandro Molina Ojeda, quien a partir de hoy asume la dirección del hospital, con la responsabilidad de convertir esta obra en un ejemplo de atención médica digna, moderna y eficiente.
Una inversión que nació del esfuerzo colectivo
“Fueron recursos propios”, recordó con orgullo el alcalde Sergio Chávez, al subrayar que los 250 millones de pesos invertidos provinieron del ahorro, la disciplina y —quizás lo más importante— de la confianza de los ciudadanos tonaltecas que cumplieron con sus contribuciones. No fue una obra improvisada ni de relumbrón: fue el resultado de tres años de planeación y trabajo silencioso, de un gobierno que apostó por invertir en lo que más importa: la vida.
El hospital se levanta sobre 2 mil 800 metros cuadrados distribuidos en dos pisos, y su apertura se ha diseñado con inteligencia y prudencia en cuatro etapas. La primera —ya en marcha— incluye urgencias, laboratorio, tomografía y consulta familiar, operando las 24 horas con un equipo de 48 profesionales que desde la semana pasada prueban cada rincón del complejo médico.
La segunda etapa abrirá los servicios de ginecología, cardiología, endocrinología, psiquiatría, pediatría y nutrición hacia finales de diciembre o comienzos de enero. La tercera incorporará la unidad de hemodiálisis, una necesidad urgente en la región, y la cuarta —el broche de oro— incluirá maternidad, hospitalización, quirófanos, cuneros y neonatología.
Cada piso, cada área, cada sala representa la respuesta concreta a un reclamo histórico de Tonalá: tener un hospital propio, público y de calidad.
La visión que trasciende administraciones
El alcalde lo dijo con claridad: el objetivo es que el hospital, una vez consolidado, migre del ámbito municipal al patrimonio de los Hospitales Civiles de Guadalajara. Para ello, ya se han entablado conversaciones con la rectora de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter, y con el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, quien fue representado en el acto por el Dr. Ramiro López Elizalde, en un gesto de coordinación institucional que vale más que cualquier discurso partidista.
Ese diálogo —entre municipio, universidad, estado y federación— abre una ruta de blindaje institucional: el hospital no será botín ni adorno de una administración; será patrimonio médico, científico y humano de Jalisco. Una obra que, una vez en manos del organismo público descentralizado, se mantendrá viva más allá de los cambios de gobierno.
El proyecto requiere 25 millones de pesos mensuales para operar al 100%, de los cuales el Ayuntamiento ya comprometió 60 millones anuales, mientras se gestiona el apoyo de la Universidad y del Gobierno Estatal. La unidad de hemodiálisis, vital para cientos de pacientes, podría comenzar a operar antes de que termine el año, bajo la coordinación de los Hospitales Civiles.
El hospital como símbolo y compromiso
En tiempos donde los ciudadanos suelen desconfiar de las palabras y las promesas, obras como ésta devuelven sentido a la política. Porque cuando un alcalde invierte en salud y no en cemento electoral; cuando un gobierno federal acompaña sin protagonismo; y cuando la academia se suma sin vanidad, lo público recupera su esencia: servir y proteger la vida.
Tonalá, ese municipio artesano de manos sabias y corazones curtidos, necesitaba un hospital que no sólo curara cuerpos, sino también heridas de abandono. Hoy lo tiene. Y el reto será mantenerlo, dotarlo de personal, de insumos, de alma.
El Dr. Alejandro Molina Ojeda, al asumir la dirección, no sólo recibe un edificio: recibe una encomienda moral. Que ningún niño quede sin pediatra, ninguna madre sin atención, ningún enfermo renal sin esperanza.
Una casa nueva para la esperanza
Decia Adalberto Gómez, que “no hay mayor poder que el de quien puede sanar”. Y en esa frase podría resumirse el espíritu de esta obra. En medio de los discursos, las fotografías y el corte de listón, lo esencial no estuvo en el escenario, sino en los ojos de las familias que miraban desde la reja, sabiendo que ese hospital —por fin— era también suyo.
El Hospital Tonalá Centro no sólo abre sus puertas hoy: abre un tiempo nuevo para la salud pública jalisciense. Un corazón que empieza a latir en el centro del municipio, bombeando fe, responsabilidad y compromiso.
Porque, en el fondo, eso es lo que la salud representa en un país que busca recomponerse: la certeza de que la vida, cuando se defiende con obras, tiene un gobierno que la honra.
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