Por Horacio Villaseñor Manzanedo
Lo mismo de siempre, puras propuestas idiotas. Sin duda podemos estar de acuerdo que la racionalidad de políticos y ciudadanía es un entendimiento limitado, nadie tiene toda la información de todo. En ese contexto, los políticos, en una elección, hacen propuestas cortas por su capacidad reducida en temas de gobierno y administración pública y, la sociedad, erróneamente, cree que los políticos saben, el resultado, una serie propuestas de campaña de vacilada o en el mejor de los casos, simplonas. La costumbre, el hábito y el ridículo patrón de proponer tonterías, ahora se repite porque en el fondo nada ha cambiado, se sigue haciendo uso de un sistema y una gestión pública del siglo pasado, hoy inservible. Abramos la “caja de Pandora”. Un servicio público es y solo es, si sirve y, solo sirve si cumple su razón de ser. Me explico; lo deseable es vivir y convivir en una ciudad segura, limpia y transitable en todo momento. De allí, que la constitución nacional determina como funciones exclusivas del ayuntamiento la seguridad preventiva, la limpieza permanente y el tránsito efectivo. También la constitución obliga a quien se convierte en autoridad, a jurar cumplir y hacer cumplir dicha norma y las reglas que de ella surjan. En consecuencia, la lógica de andar preguntando a la sociedad qué necesita, es ocioso y ridículo porque ya se sabe que para vivir bien se necesita una ciudad segura, limpia y transitable, permanentemente. Cualquier político, si no comprende la función pública, termina haciendo, por cultura, por repetición, lo mismo de siempre, lo que desde hace décadas no sirve. Los expertos en vivienda no son expertos en administración pública, son individuos con valores y fines personales o grupales, no ven el tema desde la perspectiva de una mente colectiva. Las campañas políticas, entonces, se convierten en una batalla de intereses, valores y fines individuales o de facción, no de objetivos organizacionales comunes. Si el político es influenciable, pelele o incapaz, se adaptará al contexto, no podrá controlar el conflicto y en lugar de armar el rompecabezas institucional, con una visión común, terminará controlado por intereses particulares, alejándose del objetivo organizacional. El problema no es limpiar la ciudad sino conservar y mantenerla limpieza en todo momento, con habitantes, civilizados o no, conviviendo y, entonces, ¿por qué, un partido político que no pudo lograrlo teniendo el “poder”, ahora podrá? Un ayuntamiento que no puede solucionar el conflicto en el espacio público no sirve. La incertidumbre, no es qué ofrecen hacer sino como y con quién proponen garantizar cumplir con sus obligaciones constitucionales, no sus ocurrencias. Imagina una ciudad ordenada e impecable, con un ayuntamiento que lava, barre y limpia diario, sus calles, avenidas, calzadas y ciclovías; que arregla inmediatamente todo desperfecto (baches, fugas de agua o drenaje, bolardos impactados, machuelos dañados, ramas en peligro de caer, maleza, lámparas y semáforos apagados, etc.); mantiene balizado y señalizado todo espacio público; evita haya bolsas de basura en banquetas y que la gente sea asaltada. Bueno, pues eso es lo que están obligados a lograr, las y los próximos alcaldes, y como no hay un único camino para lograrlo, lo que deben proponer es la mejor forma de cumplir, según ellos. El reto es construir la posibilidad de una racionalidad completa, lo dramático es que, como no saben cómo lograrlo, atendiendo el problema de raíz, mejor se van por las ramas y proponen tonterías como vivienda barata para vivir en una ciudad cochina. ¡No sean mensos!
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