Por Amaury Sánchez G.
En política, los vientos cambian de dirección con más facilidad que las ráfagas de un ventilador chino. Y en Zapopan, de pronto, comenzó a soplar un tal Óscar Ábrego, cuya imagen, tamaño monumental, nos observa desde espectaculares estratégicamente ubicados. Uno casi espera que desde esas lonas, además de sonreír, también dé consejos de vida: “coma frutas y verduras” o “use cinturón de seguridad”.
Pero no. Lo que anuncia el hombre no es producto ni servicio, sino aspiración a través de la gratitud, el valor supremo del ser humano.
Óscar quiere gobernar Zapopan. Y sus seguidores, entusiastas, aseguran que hasta ahora no se vislumbra contrapeso. Tal vez porque todavía no arranca formalmente la carrera. Es como presumir que en los cien metros planos vas en primer lugar… cuando todavía ni disparan la pistola de salida.
Dicen que lo apoyan liderazgos sociales, morenistas y grupos empresariales. Traducción libre: tiene amigos en la colonia, militantes en el partido y compadres con chequera ilimitada. Nada nuevo bajo el sol. Pero lo interesante será ver si ese respaldo de “notables” logra convertirse en respaldo de ciudadanos, esos entes misteriosos que pagan impuestos, usan el transporte público y deciden elecciones.
Los espectaculares, hay que decirlo, cumplen su función: nadie puede alegar que no sabe quién es Óscar Ábrego. Aunque cuidado: la política mexicana está llena de candidatos que brillaron en lona… y se desinflaron en urna.
Por ahora, el viento sopla a su favor. Pero no olvidemos que en Zapopan el clima político es tan impredecible como la temporada de lluvias: un día parece soleado y al otro estás flotando en Periférico con el agua hasta el tablero.
Óscar Abrego sonríe desde las alturas. La pregunta es si podrá sonreír igual cuando toque tierra.
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