Como va:
Los resultados del proceso electoral 2018 dejaron pasmados a los políticos apocados, miserables, que no se han dado cuenta qué ocurrió, que regatean lo que los electores otorgaron en urnas y los órganos electorales ya avalaron, que están en la lona pero antes de felicitar a sus oponentes y explicar su crisis, empezaron la disputa de los escombros en los que quedó el edificio de su partido.
Ayer jueves 5 de julio en Reforma, Roberto Newell en su artículo de crisis existencial dice: “El margen de victoria de AMLO fue tan grande que hubiera sido ridículo resistirse a reconocer su victoria. Pero, conceder la victoria de los contrarios es un reto que requiere (sic) gran entereza emocional. Por ello, varios perdedores de elecciones previas, entre ellos AMLO, nunca pudieron (sic) reconocer que habían sido derrotados”.
Por otro lado, la especialista en medios Gabriela Warkentin en uno de sus tuits dice: “Los que insisten en que el triunfo de AMLO fue “un tsunami” no entienden (sic) que no se trata de un fenómeno repentino tras una sacudida coyuntural, sino de un hartazgo social irritado (sic) tras años de gobiernos que invisibilizaron a los más”.
Bueno, en Jalisco están así. Ya pasaron 6 días de efectuados los comicios, y los perdedores no felicitan a los vencedores. Allá ellos, siguen sin entender que no le entienden y eso transmiten a sus cuadros, que, míseros, tampoco dicen desde las candidaturas a diputados y a regidores que defendieron, que han perdido. Todo lo comunican con ambigüedades, como si hubieran caído por 10 votos y no por una montaña de boletas.
Es un caso el de Miguel Castro, que no se da cuenta que está en la lona, y enojado, se puso a echar bronca al gobernador Aristóteles Sandoval en busca de obtener la dirigencia del partido que, en esta elección casi llegó hasta la cuarta posición. Su presidente Ramiro Hernández, ni pío dice. Es “doctor” en nadar de muertito y así seguirá.
Pobre Jalisco, tiene oposición y contendientes miserables por dentro. Enanitos mentales.
