Óscar Ábrego
Una de las estrategias del movimiento woke a nivel mundial es implantar la confusión.
Esto significa, por citar un ejemplo, lograr que la sociedad asuma que una persona es progresista si ésta acepta la idea de que un hombre que se auto percibe como mujer debe ser considerado como tal, aunque no tenga la capacidad de engendrar hijos y ante los ojos de los demás es un hombre.
Dicho de otra forma, de lo que se trata es imponer una idea falsa sobre la verdad.
Afirmar que un varón es mujer porque se ve así, es distorsionar la realidad de nuestra especie.
Sobre el particular, debemos admitir que esta irracionalidad ha logrado avances impresionantes en el planeta, al grado de que en algunas naciones se reconocen hasta una decena de géneros, lo que de frente a la naturaleza es un sinsentido.
Hay que decir que las preferencias u orientaciones sexuales se enmarcan en una discusión diferente y superada. Nadie tenemos el derecho de juzgar si a una mujer le atrae otra. Ese es un asunto que a nadie incumbe. Cada quien decide su gusto o predilección porque ese es su derecho.
Por fortuna vivimos en una colectividad libre y en la arena de las elecciones particulares nada tenemos que hacer. Punto.
Pero de eso a promover que un infante elija su género y lo inscriba en lo jurídico, es un despropósito que no puede ni debe permitirse.
Los y las wokers tienen –entre otros- dos objetivos prioritarios: debilitar la masculinidad (que nada tiene que ver con el machismo) y dinamitar las bases que le dan solidez a la familia.
Si se debilita a la masculinidad del padre su autoridad se diluye de cara a los hijos, mientras que al destruir los cimientos de la estructura familiar, la figura materna disminuye su incidencia en la formación de los mismos, algo que han aprovechado los wokistas para abrirse paso entre las sociedades y las leyes.
Por eso el gobernador merece un reconocimiento, ya que ha tenido la valentía de expresar su rechazo a la llamada Ley de Infancias Trans en Jalisco.
Muchos políticos temen externar públicamente su opinión por la estridencia de los grupos promulgadores de esto; sin embargo en lo corto manifiestan su desacuerdo, lo que les convierte en deshonestos, por decir lo menos.
Al margen de los matices que sus impulsores alegan, lo cierto es que dicha legislación arrebata una buena dosis de autoridad a los padres.
Al respecto, la prestigiada firma nacional DATALINK elaboró un estudio revelador.
Al reactivo “La Suprema Corte de Justicia de la Nación, pide a Jalisco legislar las infancias trans para que menores puedan cambiar su género:”, el 61.2 por ciento declaró oponerse a ello, mientras que el 19.8% dijo que debe legislarse a favor y un 18.9% contestó que no sabe.
A la pregunta “¿Estás de acuerdo con la posibilidad de que un menor de edad cambie su género legalmente?”, un 77.7 por ciento respondió que no, en tanto que un 17% señaló que sí, si los padres están de acuerdo y apenas un 5.3% sostuvo que sí, a pesar de que los padres no estén de acuerdo.
Así pues, todo indica que a Pablo Lemus no sólo le asiste el sentido común, sino que las estadísticas le dan la razón.
La mayoría lo respalda.
@DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista
político.
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