Tercera y última parte.
Por Manuel Gutiérrez
La maldición del oro mató hasta la naturaleza.
Un oscuro minero apodado Larkin el Pala, -porque solo eso tenía- había conservado una recorte de una hija de Pasquinel, nieta del jefe Castor Cojo, editado en San Luis, el jefe que encontró por desgracia 2 pepitas e hizo dos balas, una de ellas fue extraida del muerto y la leyenda del oro comenzó.Nadie pensaría que este pobre diablo haría historia, para mal.
La historia se infló por la prensa de San Luis, y el Pala fue a trabajar para Lucinda Pasquinel, casada con el comerciante Zend, para oír su relato. Luego robó a sus patrones y huyó a buscar el oro.
En eso llegó otra fiebre del oro al lugar, se descubrió en Pikes Pike, Nebraska en 1858. La mayoría de ellos terminaron empobrecidos, en tanto los comerciantes y proveedores, formaron grandes capitales en los bancos de San Luis, ellos encontraron el oro de otra forma.
Loco por el oro, Larkin encontró poco y ascendió al Valle Azul, cerca de Laramie, gastó todo pero otro minero fue el encontró el filón, Johnson, así se desató una nueva fiebre de oro en el Valle Azul, ahora en Colorado, la tercera de la historia del Oeste.
Cada fiebre desataba la inflación, llenaba de indeseables los pueblos y era un alud de aventureros de todo tipo, obviamente cantinas y salones de juego prosperaron y de paso hicieron imposible que los indígenas fueran considerados propietarios, el primer convenio de Laramie, quedó muerto por las fiebres de oro, como tiro de gracia, el segundo 1861 tampoco valió algo y el último fue rendición incondicional y confinamiento.
Valle Azul, era lugar ideal para la fauna, el bosque y ríos cristalinos, con venados, búfalos, había presas que hacían los castores sobrevivientes tierras fértiles.

Los cauces de ríos fueron revisados guijarro a guijarro, y el uso de venenos para limpiar el metal los contaminaron, la madera resultó de la tala de los bosques y la fauna exterminada, para comer y por entretenimiento. Lo que quedó después fue una zona fantasma, cuya recuperación tarda todavía ahora, fruto de los miserables mineros, el Pala regresó a vivir de caridad.
Se fundaron ciudades sin nombre, sin ley. Un minero exitoso en ocasiones nunca llegaba a disfrutar del resultado de sus penurias. Esas poblaciones se volvieron sucursales de un anárquico infierno.
LAS PRADERAS NO SON INFINITAS
La era del espacio exterior libre había terminado en tanto.Los colonos estaban limitados por las poblaciones, con cercas, caminos, telégrafo, los fuertes, las carreteras y las propiedades, surgieron los ranchos y una abundante masa de colonizadores de todas partes y de diversas calidades morales, los puritanos, nocivos por su rigidez, aunque disciplinados en extremo en el trabajo. El tiempo de praderas sin fin había terminado, como se fue reduciendo el mundo vaquero, la era de los indios, era para los museos del siglo XX sus sombras, sobrevivieron.
Curiosamente, mientras el negro como raza supo adaptarse, vivir la guerra de secesión y lograr poder, educación, y capital, aunque discriminado, (hasta 1960) el indio en el siglo XIX no pudo hacer lo mismo hasta tarde en el siglo XX.
El negro tuvo una sociología más constituida que losindígenas, pero los indios no se adaptaron salvo algunas tribus que por proximidad se amoldaron, pero eran “inferiores”.
Su recuperación llegó por la plusvalía de las reservas en fueron confinados, en que se autogobiernan e invierten en desarrollos inmobiliarios, casinos, hoteles en una situación de privilegio frente al blanco y en la orientación jurídica de los litigios con los blancos, con la carga de su pasado de sufrimiento lo saben explotar muy bien.
La historia se abre paso finalmente, derrumba los relatos falsos, las narrativas oficiosas gubernamentales o interesadas y la verdad llega en forma majestuosa, poniendo a todos en su lugar, y cada uno sujeto frente a sus decisiones, sus dilemas morales, y sus pecados personales o colectivos.
¿En nuestros tiempos dónde aplicamos lo mismo? Está Ucrania, está Gaza, están las zonas del mundo en que las ambiciones de siempre, la política, el oro y la sangre, buscan su altar por encima del sufrimiento y a la par surgenportadores de valores, que regresan todo a la esfera de la ética, por encima de la codicia: Los Mercy, fueron un caso como Reed.
La masacre de los arapahos, fue recreada en Little Big Man,(Pequeño gran hombre) película del Oeste con DustinHoffman, que causó gran revuelo: En ella un indio con sombrero de copa y una bandera (Aguila Perdida) trata de parar con palabras la masacre, pero el error histórico es que le adjudicaron a la Caballería la culpa porque estaban en Vietnam, y se intentó hacer un alegato antibélico y contra la conquista del Oeste, que sí fue diferente y exterminadora, a la española, con su fusión y asimilación cultural y religiosa y en dar una forma de vida igual a la Madre Patria, eso no se puede discutir porque Hispanoamérica es prueba plena.
El Ejército oficial, hasta el final de la guerra, regresó a fortalecer los fuertes por fin tomo el control y los poblados se convirtieron en ciudades y el delito y la corrupción se volvieron sofisticados y modernas.
Pero los blancos tuvieron su némesis: Los magnates del este,o de Inglaterra: Los Morgan y Rotschild, sus ferrocarriles, los bancos, y la futura guerra entre el patrón oro y la plata hicieron que el Oeste continuará siendo todo, menos pacífico.
Era próspero pero injusto y cruel y las leyendas y masacres continuaron, esa etapa fue ya de Wyatt Earp, otro de los personajes que he intentado describir cargado de mitos.
Escuchando a Strauss con el Caballero de la Rosa, con Aaron Copland, en la noche, con un buen whisky con hielo –whisky fue uno de los peores delitos cometidos contra los indios, al darles mata ratas en su lugar, para atontarlos, pero si llegaban a distinguir el bueno el mundo sigue igual, digo que los indios de entonces no necesitaron el oro, pero hoy son buenos especuladores, veo que la historia del oeste, refleja la de otras latitudes, pero no la nuestra.
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