Por Manuel Gutiérrez
Mientras la polémica desatada por el propietario Jones, de los Vaqueros de Dallas, de oponerse al show de Bad Bunny en el Super Tazón, la polarización de los Estados Unidos se va de un extremo a otro, pero lo peor pasa por la perjudicial vía del populismo, del que tanta experiencia hemos logrado en México con la 4T, o el arte de hacer mal y corromper lo que puede hacerse bien.
Esto, claro, no ha merecido todavía la atención de Trump, por lo que, del dicho al hecho, muchas cosas pueden suceder.
Zohran Mamdani es un político con la nacionalidad estadounidense, pero su ascendencia es de la India, y él nació en Uganda. Actualmente es miembro de la Asamblea de Nueva York, pero es egresado del Bronx High School of Science.
Es decir, sus blasones académicos no son impresionantes, pero tiene una etiqueta ideológica que suple la falta o la distorsión de los conocimientos: se denomina socialista democrático, al estilo USA.
El problema de esta irrupción es que el mercado centroizquierda, tradicional emblema del Partido Demócrata, quedó por los suelos, y actualmente encabeza las encuestas para el cargo de alcalde de la Ciudad de Nueva York, con la renuncia a la campaña de Eric Adams. El centro se movió a la extrema izquierda o a la extrema derecha y en posturas contradictorias.
Pero lo que parece un asunto simple tiene multitud de variables. Del mismo modo que el conservadurismo tradicional del Partido Republicano se ha reducido, para dar paso a un nuevo extremismo de derecha, es decir, el nacionalpopulismo que encabeza Trump en los Estados Unidos, con sus golpes efectistas en la forma de gobierno, caprichos y la creencia en otros datos, siendo él un iluminado que puede, con el poder de su firma, cambiar el mundo.
Uno de los problemas que ha impulsado el encanto del populista Mamdani es el hecho de que promete otra vez un sistema de salud (tipo Dinamarca) accesible para los estadounidenses, pero la presión del trumpismo es que los demócratas voten a favor de una reducción de presupuestos para atender a los ciudadanos. A la par, se propone una exención de gravámenes para los más ricos. Los extremismos prefieren los polos sociales antípodas.
Como siempre, el nacionalpopulismo se lleva bien con la clase superpudiente, pero no con la clase media, y su gancho es con el proletariado, que existe, y mucho, aunque sea en los Estados Unidos. Anhela prestaciones sociales de primer mundo, pero sin costos. Y este ha sido el encanto de Mamdani.
Ante eso, Trump oferta un sistema de salud alternativo, llamado “Trump RX”. Con este mecanismo operará un descuento de las empresas farmacéuticas para los consumidores (allá sí les pagarán lo adeudado). Adaptó la idea del “Obama Care”.
Pero Mamdani va más lejos: propone rentas congeladas (la propiedad inmobiliaria en Nueva York es carísima bajo parámetros de los Estados Unidos) y, adicionalmente, lanzará algo llamado “Supermercados municipales” con víveres subsidiados (sin la terminación del Bienestar, es marca registrada).
El punto es que se trata de Nueva York. Y es una ciudad demasiado sofisticada, con servicios de primera en todos los sentidos.
El punto es que el enfoque propagandista de este sector es prometer beneficios sin fin a los trabajadores, mientras maneja una retórica contra la iniciativa privada.
Hay encuestas en que muchos estadounidenses consideran el socialismo marxista como una opción favorable. Parece absurdo, pero muchas universidades fabianas han promovido el pensamiento marxista, la filosofía queer y otras subversiones.
Aquí entra una generación de políticos refugiados en la demagogia, o el arte de dar atole con el dedo.
Destacan el senador Bernie Sanders o el senador de Pensilvania, John Fetterman. El punto es que el estadounidense es una especie de menor de edad en lo político, si fue capaz de elegir a Trump, y se ha tragado camellos enteros que lo han incluido en guerras extranjeras para beneficio de unos cuantos; a cada conflicto, una gran mentira, como los misiles nucleares de Saddam Hussein en la era de Bush, y a matar iraquíes.
Pero estamos en un microcosmos llamado Nueva York. Existen judíos sionistas radicales que defienden a Netanyahu, pero el judaísmo mayoritario de Nueva York, incluso vertientes más laicas, se manifestaron en favor de Palestina, como ocurrió en el seno mismo de Israel, por increíble que parezca. Sopas, qué sorpresa, y se manifestaron con banderas palestinas lo mismo en Israel que en Nueva York.
El gran problema del alcalde populista es que puede ser socialista al estilo europeo, sin tocar las verdaderas estructuras económicas y propiciar una crisis, pero su posicionamiento afecta y muchos capitales neoyorquinos comienzan a buscar estados más conservadores y más derechistas para llevarse sus empresas o incluso comprar bienes raíces, susceptibles de generar pérdidas en Nueva York con el modelo de las rentas congeladas o iniciativas para pasarles la propiedad a los arrendadores con apoyo del Estado, la peor versión del ogro filantrópico.
Muchos empresarios neoyorquinos y líderes de opinión anuncian un regreso a la década de los 70, con un escenario sin empleo, mucha delincuencia, baja captación para sostener los servicios de la ciudad, que es muy cara. No hay un presupuesto público federal del cual se pueda echar mano para sostener los principios ideológicos sobre el mundo real, o, de menos, como en México, generar las heréticas pensiones universales, que cada vez parecen más una lotería, porque unos se sacan el premio y otros nada, sólo promesas.
Un programa así puede hacer ganar a un candidato de derecha, de izquierda o del planeta Marte, bajo el criterio de ganarse a las masas de menor ingreso y menos capacidad de criterio en sus análisis. El populismo apuesta por la pobreza intelectual y material.
En un país extremo, con depósitos formidables en oro, a 3,800 dólares la onza troy, con un incremento y ganancia de 50% en lo que va del año en su cotización, o un Bitcoin, incluso el TrumpCoin de la familia presidencial, y que está en promedio en 125 mil dólares, toda esta mezcolanza neoyorquina está como para que se genere muerte cerebral cuando trata de explicarse todas esas ondas dialécticas.
Mamdani promete guarderías mejores, cuidados infantiles universales, pero para ello requiere subsidios federales, y la mente de Trump está en otra cosa.
Los grandes magnates de Wall Street observan con suma desconfianza la llegada de este nuevo jugador ugandés-estadounidense. Tampoco es fácil, por decreto, hacer accesible la vida en Nueva York para las mayorías, menos para los migrantes. Zohran es privilegiado, aunque sea de izquierda, como es costumbre.
El problema es que si alguien promete más cosas así, sea de extrema derecha o de la izquierda actual, es que ha perdido el criterio de mantenerse en el centro, de conservar la medida de equilibrio entre ingreso-egreso, entre justicia social y prestaciones, y el considerar factibles las soluciones imposibles de los demagogos nacionalpopulistas.
El gran problema es que se han admitido ideas que carecen de sustento técnico, económico o social, revisadas por las instituciones universitarias o por los decanos de Derecho y de la Economía. Esto es, manejarse sobre las recomendaciones de expertos en esta tormenta desatada por los extremistas; pero, aunque los tienen, gente que brilla, no los buscan: prefieren hipotecarse mentalmente en soluciones simplistas… pero imposibles.
El oro regresó con un poder aplastante y ahora se invierte incluso en pensiones en el metal. Digo esto porque en Nueva York hay más oro hoy que en Inglaterra. Y andan con esos cuentos…
La volatilidad de la economía actual, sacudida por los anuncios de Trump que repercuten en el mundo, llegó a pesar en Nueva York.
El tema de la inflación es precisamente uno de los temas que el alcalde evita, así como el manejo de la regulación para redistribuir la riqueza sin romper con los principios de propiedad, derechos e institucionalidad, lo que genera muchos litigios si se pone más intenso en afectar intereses que son parte de la sociedad y su constitución. Allá no eligieron a los jueces en tómbola o por acordeón.
Lo lamentable no es que gane Mamdani, cuya realidad será su verídico juez, y si es capaz de cumplir lo que ofrece, será un genio mágico que concede deseos. Lo lamentable es que la preferencia neoyorquina se incline a favor de los voceros demagógicos en lugar de los grandes pensadores, y que el horizonte se vea tan pobre de ideas profundas y propuestas cerebrales.
Aún puede surgir alguien, porque hay grandes recursos disponibles de la gran finanza judía. Quien quiera ser alcalde y le quite la ventaja a Mamdani tendrá un impulso de dinero que hace a la política. El problema es que el populismo ha llegado a los Estados Unidos, disfrazado de izquierda y de derecha.
Así como la costumbre, altamente capitalista, de los neoyorquinos de invertir en fondos cotizados de Bolsa de Valores, toda una pasión como la NFL el domingo. Es decir, Nueva York es un mundo de contradicciones.
Si Mamdani falla, puede generar un polo recesivo en Nueva York, sobre la base del temor de los inversionistas y la disminución de la calidad de vida que ofrece: al empantanarse.
Incluso Mamdani le puso pimienta al asunto del sionismo neoyorquino, que seguramente subestima, al considerar a Israel como un país genocida. Incluso la comunidad judía oscila de la plutocracia a criterios liberales de nuevas generaciones, pero será decisiva en todo sentido y es muy analítica.
Cuando Elise Stefanik reveló su apoyo a Mamdani, que tiene perfil del Partido Demócrata, Elise, en su carrera por la gobernación, siendo ella republicana, pasó a tener una leve ventaja, en tanto su opositora Hochul está a 45.9% por 46.4% de la Stefanik. Y la Voz Judía nos informa que, ante esa medida, pasó a apoyar a Mamdani, lo cual fue considerado una maniobra tóxica, pero una respuesta populista. Lo que sea para ganar.
El populismo es el nombre del juego. Incluso el político neoyorquino endosó a su agenda las políticas favorables a la comunidad LGTB en todo sentido aprobatorio, tanto con Alejandra Ocasio-Cortés como con Bernie Sanders, según el portal Gay Star News.
Si Bad Bunny desató una polémica, cuando Trump entienda lo que le espera a Nueva York, algo puede suceder, o es un asunto tolerado, pero falta un voto decisivo: Wall Street, capaz de sacar un conejo del sombrero e inducir con dinero a votar por lo que diga.
Hochul, en tanto, no logra convencer a nadie. Bajo todas estas variables, es factible que llegue un socialista marxista de alcalde a Nueva York, que puede resultar un gatopardo para dejar todo como está, con la sensación de un cambio, pero sus políticas son endebles, como todo lo que se basa en utopías y promesas, y en México decimos: praxis de atole con el dedo.
Y como muestra, el NYT señala que Mamdani se reunió con una amiga de la familia ugandesa, la viceministra Rebecca Kadaga, autora de algunas de las leyes anti-LGTB más extremas del mundo, vamos, equiparable a Putin, que solo le falta quemarlos con leña verde. ¿Entonces?
A Trump le falta sumarse a la campaña contra Bad Bunny, lo que refleja la superficialidad norteamericana que antaño tuvo grandes pensadores conservadores y liberales que crearon doctrinas envidiables para la democracia y la economía mundial. Predomina lo cercano a lo estúpido; ese es el sello populista: creer que los cerdos vuelan y hacer la granja de Orwell.
El nivel, sin duda, se ha perdido. Deberán estudiar más a su vecino del sur con su experiencia autoritaria derivada de la demagogia y las contradicciones de moralidad/corrupción, pero con ambiciones de perpetuo poder. Han concentrado todo a su favor, hasta el Poder Judicial, y se destruyó la transparencia. Y sigue dependiendo de su patriarca y mentor, pese a los que dicen que ya hay presidente con “a”, separado de las políticas reales del lord de Macuspana.
Pero el asunto es Nueva York: pase lo que pase, tiene a los Yanquis y a los Mets, a los Giants y a los Jets. Es un centro mundial, un mosaico cultural, con arte máximo en todo sentido, un punto de riqueza y comercio sin paralelo. La gran manzana exhibe a quien no merezca gobernarla, aunque lo elijan por error o engaño.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que A Fondo Jalisco no se hace responsable de los mismos.

