Horacio Villaseñor Manzanedo
Sencillamente, porque gobernar es asunto de aptitud, no de actitud, ¡ánimo! La habilidad política y estratégica, no se puede comprar ni copiar, se adquiere con tiempo y destreza. Gobernar es un arte, el arte de la ciencia pública, muy distinto a la administración privada. Sin capacidad especial para la función pública, no habrá dinero ni tiempo que alcance. Ignorando lo que se bebe hacer, ni cien años será suficiente. Me explico; en primer lugar, la función de un ayuntamiento es lograr que toda ciudad, en su territorio, esté, en todo momento atendida, limpia, transitable, con suficientes servicios y mercados, parques y jardines, rastros, panteones, el suministro de agua y drenaje y la seguridad preventiva, en inmejorables condiciones, por lo menos. En ciudades como Guadalajara y Zapopan, lo que más cuesta es la conservación y mantenimiento de lo existente, pero ese no es el fin, la infraestructura es solo el medio para lograr el objetivo. El objetivo es tener una ciudad limpia, no hoy sí y mañana no, sino ¡en todo momento!; el objetivo es lograr tener una ciudad segura, no hoy sí y mañana no, sino ¡en todo momento!; el objetivo es lograr tener una ciudad transitable, no ahorita sí, y al rato no, sino ¡en todo momento! Sí, ese es el tamaño del encargo público, y cualquiera lo acepta, porque sabe que al llegar al poder y no poder, se beneficia y no pasa nada. Así el drama de la acción gubernamental local. La incapacidad de los actores de ahora es clara, la mejor muestra que al paso de los años los problemas de antes no solo siguen siendo los problemas de hoy, sino que, además, han crecido, se han complicado. Se requiere capacidad para hacer actos pensantes, estratégicos, donde no solo se administre lo recibido, sino que se construyan soluciones rápidas para que, al concluir el periodo del encargo, los problemas no sean los mismos heredados sino problemas nuevos y menores y así sucesivamente. La visión actual y el modelo organizacional existente no resuelve, hay que reestructurar lo que se diseñó en el siglo pasado, iniciando por modificar, creencias y perspectiva del pensamiento. Sin inteligencia, no se pueden tomar decisiones inteligentes. Para saber qué hacer, primero, hay que definir lo que quieres lograr, ¿quieres tener una ciudad limpia en todo momento o solo cuando pase el camión recolector? ¿quieres tener una ciudad segura o solo algunas zonas seguras y a veces? ¿quieres tener una ciudad transitable en todo momento o solo en algunas horas? Teniendo claro los objetivos a lograr, en el entendido de que deben ser metas unificadas y no facciosas, lo que sigue es revisar si con lo que hay se puede. Si no se cuenta con lo necesario, hay que construir, el gobierno, el colectivo con el que sí se podrá y no se fracasará. Se requiere ingenio, no dinero ni tiempo, el dinero es el que hay y el tiempo también. ¿Por qué un ayuntamiento con actores improvisados podría dar una buena función? La gestión pública es un arte, hay que ser capaces de integrar a los mejores, a los más preparados, sean o no conocidos o del agrado del productor ganador de la obra. Un ayuntamiento debe poder, primero, ser capaz de pensar en términos del actor colectivo, que es el gobierno y no de sus valores, creencias facciosas o personales, ¡tremendo supuesto! Obvio, no cualquiera puede, el drama es que hasta ahora solo ha habido, en los ayuntamientos, puros “cualquieras”. Ni hablar.
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