Por Amaury Sánchez
“En política, los santos no hacen milagros… hacen acuerdos.”
—El Evangelio según los electoreros
¡Y que se arme la procesión, señoras y señores! En Guadalajara y Zapopan ya empezó el viacrucis electoral, esa bonita temporada donde los políticos se confiesan ante las cámaras, prometen resucitar la economía y, de paso, le piden a San Voto que les conceda otros tres años de gloria.
Como cada elección, el altar está lleno de figuritas, cada una con su vela encendida… y con su vela quemándose.
Primera lectura: el evangelio según San Movimiento Ciudadano
El partido naranja —que ya debería llamarse “Movimiento Continuidad”— se prepara para su misa mayor. Los fieles alfaristas rezan para que la santa Verónica Delgadillo vuelva a tomar los votos con una sonrisa celestial, mientras los lemusistas, más prácticos que piadosos, impulsan al apóstol Juan José Frangie, a ver si así Diosito les hace el milagro de quedarse con Guadalajara.
El problema es que los feligreses empiezan a sospechar que las homilías son las mismas de siempre y que el sermón del “cambio ciudadano” ya suena a disco rayado.
En Zapopan, el altar mayor lo ocupa Isaura Amador, la elegida del sumo sacerdote Frangie y del oráculo Alfaro. Es buena, formal y sin escándalos; tanto, que a veces parece más un expediente que una candidata. Su gran reto será convencer a la feligresía de que no es una encarnación administrativa del “más de lo mismo”.
Porque allá en Zapopan, los milagros no los hace Dios, los hace la estructura… y esa, dicen, está bien aceitada.
Segunda lectura: el evangelio según San Morena
Mientras tanto, del otro lado del púlpito, Morena anda en lo suyo: tratando de convertir el agua en votos.
Desde la CDMX mandaron la bendición a Mery Gómez Pozos, diputada federal y devota del orden celestial de la 4T. Su misión: llevar el mensaje guinda a los tapatíos incrédulos.
Tiene discurso, tiene apoyo federal… lo que tiene, ya , es una conexión emocional con los votantes, que miran con recelo a cualquier enviado de la capital. En Jalisco, eso de que “los designen desde arriba” siempre ha caído como agua bendita… pero con olor a incienso.
Y ahí entra, desde una esquina del templo, el ex discípulo rebelde Alberto Uribe Camacho.
Uribe es ese tipo de político que cambia de iglesia, pero no de fe: cree en sí mismo.
Fue alfarista de hueso naranja, luego se cambió la túnica y ahora predica con la Biblia de la 4T en la mano y el rosario de Tlajomulco en el cuello.
No se le puede negar que tiene verbo, visión y temple. Lo que le falta es que alguien, en el partido, lo deje moverse sin miedo a excomulgarlo.
Porque si algo caracteriza a Morena últimamente es su gusto por imponer candidatos “por inspiración divina”… o por dedazo terrenal.
Tercera lectura: los apóstoles del Zapopan celestial
En Zapopan, la historia se pone buena.
Movimiento Ciudadano, con su maquinaria de incienso y procesiones naranjas, tiene todo listo para que Isaura Amador sea ungida candidata sin competencia interna.
La consigna es clara: “unidad o penitencia”.
Mientras tanto, Óscar Ábrego, que no trae aureola pero sí discurso, se ha convertido en una figura respetada entre empresarios, organizaciones sociales y uno que otro incrédulo.
Dicen que fue el único que se atrevió a impugnar los lineamientos del IEPC, cuando los demás prefirieron mirar al cielo y decir “hágase tu voluntad”.
No es de los que rezan, es de los que actúan.
Y eso, en tiempos de santos de yeso, ya lo hace casi un profeta.
Cuarta lectura: Guadalajara, tierra de promesas y promeseros
En Guadalajara, las cosas no están menos divinas.
Verónica Delgadillo busca repetir en el cargo, como si la alcaldía fuera una parroquia con turno vitalicio.
Sus feligreses la defienden con el fervor de quien defiende una estampita milagrosa: “¡Ella nos va a salvar del caos!”.
Sus críticos, en cambio, la ven como la patrona de la autopromoción: mucho video, poco milagro.
La verdad es que Delgadillo tiene oficio, imagen y agenda. Lo que no tiene es novedad.
Y eso, en una ciudad donde el ciudadano se levanta harto de los mismos discursos, puede ser pecado mortal.
Pero no hay que engañarse: MC tiene la mejor maquinaria electoral del estado, y cuando eso se pone en marcha, no hay santo que lo detenga.
Mientras tanto, Uribe, con su cruz a cuestas, recorre colonias y mercados predicando el evangelio de la independencia.
Promete una Guadalajara “de los ciudadanos”, pero todavía no define de cuáles.
Quizá de los que aún creen que un político puede tener alma… o al menos buena memoria.
El credo tapatío
Lo cierto es que las contiendas en Guadalajara y Zapopan no son pleitos de parroquia: son batallas de poder entre viejos sacerdotes y nuevos aspirantes al altar.
Los alfaristas defienden su herencia, los lemusistas quieren emanciparse, Morena sueña con convertir a los escépticos, y los ciudadanos… pues los ciudadanos miran, suspiran y dicen: “otro trienio igual”.
En Jalisco, las elecciones son como las procesiones: largas, predecibles y llenas de incienso.
Pero, de vez en cuando, algún diablo se escapa del infierno de los pactos y mete ruido.
Quizá sea Uribe.
Quizá Ábrego.
O quizá un ciudadano cansado que decida dejar de aplaudir.
Porque, al final, en esta romería de promesas, el verdadero milagro no será que gane alguien distinto…
sino que la gente vuelva a creer que votar sirve para algo.
Amén.
Amaury Sánchez G.
Columnista y analista político
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