Por Amaury Sánchez G.
En política, las coincidencias no existen. El azar es un lujo reservado a la vida privada, pero en los escenarios del poder todo gesto, todo movimiento, toda visita lleva implícito un cálculo. Por eso, el hecho de que Luisa Maria Alcalde, presidenta nacional de Morena, se haya dejado ver en el distrito 11 de Guadalajara no puede leerse como una mera cortesía de agenda. Su presencia no fue casual. Su visita, aunque envuelta en la liturgia habitual de la política, reveló un mensaje contundente: hay respaldo, hay apuesta, hay confianza depositada en una figura concreta, y esa figura es Mery Pozos.
Quien haya seguido de cerca la vida política de Guadalajara sabe que Pozos no es una improvisada. Tampoco una aparición repentina, como esas candidaturas de ocasión que surgen a última hora con el entusiasmo prestado de una campaña fugaz. Lo suyo es distinto: es el resultado de años de trabajo territorial, de presencia en las colonias, de construcción de confianza con líderes vecinales, con organizaciones sociales, con quienes rara vez aparecen en los periódicos, pero son quienes deciden, en la penumbra de las urnas, la suerte de las elecciones.
Luisa Maria Alcalde, con su sola presencia, hizo algo que pocas veces se admite en público: reconocer a una de las cartas fuertes de Morena rumbo al 2027. Y no es un reconocimiento menor. Porque Guadalajara no es cualquier plaza, es un territorio estratégico, un botín electoral de dimensiones considerables. No basta con discursos encendidos o con la exposición mediática: aquí se necesita músculo político, y Mery Pozos lo ha construido paso a paso.
Los que saben leer entre líneas lo entendieron de inmediato: el apoyo manifiesto a Pozos no sólo es una fotografía. Es un mensaje hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, porque Morena necesita definir, con tiempo y sin titubeos, quiénes serán sus principales apuestas en las ciudades clave. Hacia afuera, porque es una señal a la oposición: Morena ya tiene cuadros con presencia real en Guadalajara, con capacidad de competir y con estructura suficiente para dar la pelea.
El 2027 se aproxima con la velocidad de lo inevitable. Y, como siempre, habrá más aspirantes. Eso es parte del juego. Aparecerán nombres nuevos, algunos reciclados, otros con ambiciones desmedidas y sin sustento. Se sumarán aquellos que ven la política como pasarela, como oportunidad personal de figurar. Pero lo esencial no está ahí. Lo esencial está en la capacidad de resistir el paso del tiempo, de sostenerse en el ánimo de la gente, de construir una base política real. Y ahí, Mery Pozos tiene ventaja.
Guadalajara no se conquista con la improvisación de última hora ni con campañas huecas. La ciudad exige política de fondo, contacto con los barrios, sensibilidad ante las causas populares. Pozos ha demostrado que entiende esas claves y que puede moverse en el terreno donde otros se pierden: el del trabajo diario, el que no da titulares pero sí genera lealtades.
Quienes creen que bastará con aparecer en espectaculares o con discursos brillantes en tribuna, desconocen la esencia de esta ciudad. Aquí la memoria pesa, las redes sociales se olvidan, pero los liderazgos comunitarios perduran. Y es en ese terreno donde Pozos se ha sembrado.
El gesto de Luisa María Alcalde confirma lo que ya era evidente para muchos: Mery Pozos no es un proyecto menor. Es una de las cartas más sólidas de Morena rumbo a 2027, una aspirante que no sólo cuenta con el respaldo de las bases, sino también con el reconocimiento de la dirigencia nacional. Esa conjunción —territorio y dirigencia— pocas veces se logra, y cuando ocurre, difícilmente se ignora.
Por eso, insistir en que “habrá más aspirantes” es correcto, pero insuficiente. Claro que habrá más. Siempre los hay. Pero la diferencia estará en quién tiene la estructura, quién tiene el aval, quién tiene el trabajo demostrado. En ese tablero, Pozos ya no es sólo una participante más: es una jugadora central.
La política, al final, es un juego de símbolos y realidades. El símbolo fue la visita de Alcalde; la realidad es el posicionamiento creciente de Pozos. Ambas piezas, unidas, dibujan un futuro que, guste o no a sus adversarios, coloca a la diputada en un lugar privilegiado rumbo al 27. Y quien se niegue a reconocerlo, corre el riesgo de que la historia lo deje mirando desde la barrera, cuando ya todo esté decidido en la arena.
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