Por Amaury Sánchez
Por décadas, México y Estados Unidos han intercambiado muchas cosas: cultura, economía, migración y, claro, mercancías con vocación más letal que un “all you can eat” de comida en mal estado. Así llegamos a la captura de Román Alberto Muñoz Reza—o Roland, para los cuates de Dallas—, presunto traficante de armas y proveedor de fuegos artificiales de altísimo calibre para los cárteles mexicanos.
El hombre, que al parecer no vendía rifles sino “paquetes de reforma constitucional” con balas incluidas, cayó en Ciudad Juárez, justo en la puerta trasera del país, esa por la que entra de todo, menos oportunidades. Y su captura destapa, una vez más, el escandalito de siempre: mientras en Washington hacen cara de sorpresa y declaran con voz solemne su “preocupación por la violencia en México”, los rifles de asalto cruzan la frontera con la ligereza de un influencer viajando sin maletas.
No es poca cosa lo que se le atribuye a nuestro Roland. Según las autoridades, sus armas estuvieron involucradas en el atentado contra Omar García Harfuch en 2020, un evento que parecía sacado del guion de una narcoserie, pero con menos producción y más plomo. En su momento, el ataque dejó tres muertos, cinco heridos y un Harfuch con más perforaciones que un boleto de metro usado.
Y ahí no termina la pólvora: también se dice que Roland surtió el arsenal utilizado en el asesinato de un agente de migración y dos ministeriales en 2022. Vamos, que si en el fútbol México exporta talento a Europa, en el crimen organizado hay un tráfico de alto nivel entre Texas y Chihuahua.
Pero no se confunda el lector. A diferencia de otras detenciones donde el arrestado jura que él solo pasaba por ahí a vender quesos menonitas, aquí sí hay un proceso más estructurado. Muñoz Reza ya está en manos del gobierno de Estados Unidos, que lo quiere sentadito en un tribunal para responder por el contrabando de armas. Mientras tanto, en México, seguimos con la incertidumbre de si su entrega fue una extradición formal o un “ten, llévatelo, ya ni la amuelas”.
Lo que queda claro es que este arresto no resuelve la pregunta del millón: ¿por qué es más fácil para un cártel conseguir rifles de asalto en Texas que para un mexicano promedio tramitar una visa de turista? La respuesta no está en los discursos diplomáticos, sino en las cifras: según datos de organismos especializados, alrededor del 70% de las armas ilegales en México provienen de Estados Unidos.
Así que, mientras en Washington nos miran con gesto reprobatorio y exigen que frenemos el flujo de fentanilo, aquí seguimos recogiendo los casquillos de las balaceras que se arman con su amable patrocinio. Que nadie se sorprenda si en unos años vemos que el Tratado de Libre Comercio se reescribe para incluir “balas de alto poder” en la lista de exportaciones estratégicas. Total, ya parece que lo es.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que A Fondo Jalisco no se hace responsable de los mismos.