Horacio Villaseñor Manzanedo
La efectividad de un ayuntamiento genera plusvalía de bienes, públicos y privados, de allí que tener administradores municipales cumplidos, o sea, capaces de lograr su tarea, que la función gubernamental funcione, se traduce, además, de calidad de vida, en incremento del valor de las cosas de la sociedad. Los bienes de la gente, con un gobierno eficaz, aumentan su valor.
Me explico; así como una casa que, se inunda cuando llueve, vale menos que una donde no sucede eso, también un inmueble enclavado en una colonia donde no llega agua potable “chocolatada” ni hay tandeos; el drenaje de aguas servidas y pluvial evita encharcamientos; se cambian rápidamente las lámparas de alumbrado público cuando se funden; se evita el cablerío de todos los “servicios”, con instalaciones subterráneas; se limpia, el mismo día, el grafiti que alguien raya o la propaganda comercial adosada en postes; se recoge la basura por las noches, evitando que, durante el día, las banquetas estén llenas de bolsas con deshechos y, los camiones recolectores se lavan diariamente luciendo y haciendo lucir al corporativo público; las calles y avenidas se barren y limpian, día a día, evitando se acumule la hojarasca que azolva y tapa alcantarillas; se reparan, rápidamente, bolardos e infraestructura dañada; donde se evita haya ambulantaje y peligrosos hoyos en la vía pública; se mantienen los camellones sin ramas, tierra, piedras y objetos indeseables; se conservan recortadas y bien atendidas todas las áreas verdes existentes; los árboles se fumigan, se recortan o se retiran antes de que caigan encima de alguien; se adquieren terrenos urbanizados para reconvertirlos en nuevos parques y jardines, mercados, comercios, servicios de salud, educación y trabajo cerca de la zonas donde se autorizan torres habitacionales, y; donde los servicios de policía y tránsito son tan buenos que se previenen accidentes y delitos, son propiedades que aumentan su valor, es la forma en que se logran ciudades para vivir y convivir bien, con tranquilidad, los ciudadanos ven crecer su patrimonio y se desarrollan felizmente.Esto es lo que un ayuntamiento debe hacer, en el territorio construido y conservarlo así en todo momento, en lugar de culpar a la sociedad por el caos y cochinero en el que se observan las ciudades metropolitanas del área de Guadalajara. Regalar útiles escolares, instalar un carrusel, celebrar el día de la torta ahogada, etc., mientras todo lo fundamental estámal, es espectáculo o en el mejor de los casos, una vacilada. Si la calidad de los servicios en la ciudad dependiera de la calidad de sus habitantes, no necesitaríamos autoridades, ni pagar impuestos para mantener a una bola de inútiles que tienen al ayuntamiento, inservible. Tratar de hacer corresponsables, a los ciudadanos, por atribuciones que son exclusivas de los gobiernos, además de irresponsable es inútil para el logro de los deberes constitucionales originales que un gobierno municipal tiene obligadamente. El diseño institucional está hecho para que, con gente limpia o sucia, buena o mala, saludable o enferma, educada o no, etc., el ayuntamiento logre tener una ciudad ordenada y en inmejorables condiciones para su disfrute, pero cuando un “gobernante”, le apuesta a la corresponsabilidad, para lograrlo, es la mejor prueba de que no sabe qué hacer y trata de preparar argumentos para el evidente fracaso. Al tiempo dirán que todo está mal o peor porque la gente no ayudó, porque, la gente, no quiere a su ciudad. Guadalajara está peor que nunca y, así, con funcionarios sin experiencia, pronto no estará bien. Ni hablar.
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