Por Amaury Sánchez
En un mundo donde los liderazgos sobran en los discursos pero escasean en los hechos, resulta refrescante —como agua de alfalfa en mayo— encontrarse con un funcionario que no sólo asiste a las reuniones, sino que las provoca, las lidera y las transforma en algo más que cortesías protocolarias. Tal es el caso del Lic. Alfredo Porras Domínguez, delegado federal de la SADER en Jalisco, quien esta semana demostró que en el tablero agroalimentario, sabe mover las piezas como gran maestro.
Fue él quien orquestó la histórica reunión en la Ciudad de México, donde por primera vez en muchos años los tres presidentes de los comités agropecuario, vegetal y pecuario del estado llegaron juntos, a tiempo y con agenda en mano, a las oficinas del SENASICA nacional. Una escena tan inusual como ver a tres charros cabalgar en línea recta sin desviarse al rancho propio.
Javier Calderón, director en jefe del SENASICA, los recibió como corresponde a quienes no vienen a tomarse la foto, sino a poner sobre la mesa preocupaciones legítimas y urgencias reales. La delegación jalisciense no era poca cosa: Antonio Ruelas, voz firme del sector ganadero y cabeza del comité agropecuario; Francisco Javier Rodríguez, guardián del frente vegetal; y Gabriel Gamboa, estratega del comité pecuario. Pero el eje, el catalizador, el que tejió fino para que todos llegaran alineados y decididos, fue Porras Domínguez.
¿Y a qué fueron? A prevenir lo que aún no llega. Que en estos tiempos, hablar de prevención es casi un acto subversivo. Se trató el tema del picudo del agave, ese insecto que pone en jaque la tradición tequilera, y del gusano barrenador, enemigo microscópico del ganado que, aunque aún no asoma por Jalisco, en otras entidades ha causado más estragos que una reforma mal diseñada.
La reunión fue clara, concisa y fructífera. No hubo monólogos eternos ni promesas al viento. Se intercambiaron puntos de vista técnicos, se afinaron criterios de vigilancia fitosanitaria y —más importante aún— se reafirmó el compromiso de actuar antes de lamentar.
Pero lo verdaderamente digno de mención, lo que merece mariachis en la editorial y no sólo una nota al pie, es que esta gestión coordinada fue posible gracias al liderazgo del delegado Porras. Porque, dígase lo que se diga, reunir a tres presidentes de comités con intereses distintos, enfocarlos en una misma ruta y lograr que viajen juntos por una causa común, no es obra del azar: es el resultado de una conducción política inteligente, sobria y eficaz.
En resumen, Jalisco no sólo está libre de plagas; está dando ejemplo de cómo se enfrentan los riesgos con unidad y visión. Y en el centro de esa estrategia, con sombrero institucional pero sin aspavientos, está Alfredo Porras Domínguez, quien bien podría ser el antídoto contra otro tipo de plagas: las de la inacción y el egoísmo burocrático.
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