Por Amaury Sánchez G.
Resulta que mientras la senadora Lilly Téllez se desgarraba las vestiduras en tribuna —exigiendo mano dura, justicia sin pausas y penas eternas para quienes atentan contra la niñez mexicana—, una verdad más antigua que el cinismo político se desenterraba como costra bajo el sol de Hermosillo: Sandra Lucía Téllez Nieves, su prima hermana, fue detenida por la Interpol en Estados Unidos.
¿Y quién es esta dama? Pues nada menos que copropietaria de la infame Guardería ABC, donde murieron 49 niñas y niños en 2009, en uno de los episodios más crueles de negligencia institucional de nuestra historia reciente. La misma guardería que operaba bajo el amparo del influyentismo panista y cuyos responsables fueron absueltos con más arte que un escapista de Houdini.
Sí, estimado lector, la familia Téllez se cuela por la puerta trasera de la historia y nos grita desde el eco del silencio incómodo: aquí no hay ni culpa, ni renuncia, ni explicación, ni siquiera una flor en el altar de las ausencias.
La senadora, por supuesto, no ha dicho ni pío. Ni un tuit, ni una frase altisonante, ni siquiera un “yo no fui”. Enmudeció justo cuando la coherencia se asomaba por el pasillo del Senado esperando ser invitada a pasar.
Pero no seamos injustos. Tal vez Lilly está preparando una gran defensa, como esas que hace en video, bien maquillada, mirando a cámara con esa vehemencia de actriz de telenovela política. Tal vez dirá que una cosa es la familia y otra la responsabilidad. Claro. Como si la ética se colgara como bufanda en temporada electoral.
Y mientras ella calla, la historia cobra factura.
Recordemos que en su momento, otra prima política, Marcia Matilde Gómez del Campo —nada menos que pariente de Margarita Zavala— fue exonerada con argumentos jurídicos dignos de un circo romano disfrazado de toga. Decía el tribunal que aunque fue fundadora de la guardería, su participación no representaba “un peligro inminente” y, por lo tanto, no tenía obligación de evitarlo. O sea: si sabías que el lugar era una trampa mortal, pero no tenías extintor en la mano, puedes dormir tranquila.
Hoy, con la detención de Sandra Lucía, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha dado un paso valiente, impulsado por el clamor de los colectivos de madres y padres que jamás se cansaron. El gobernador Alfonso Durazo lo celebró sin ambigüedades: “Nadie puede estar por encima de la ley”.
Qué diferencia de tono con el mute voluntario de Lilly, que en otros tiempos hubiera exigido la renuncia de medio gabinete si se tratara de un pariente de un político de Morena.
Porque esa es la esencia del panismo vergonzante: indignarse por encargo, llorar selectivamente, castigar según el color del partido y olvidar con la misma velocidad con que se maquillan las encuestas.
Pero esta vez, la realidad le jugó una mala pasada. El pasado alcanzó al apellido. Y la pregunta se impone con la fuerza de la memoria dolida: ¿qué va a decir la senadora Téllez ahora que el espejo le devuelve una imagen borrosa, pero suya?
Aquí no hay delitos por parentesco, de acuerdo. Pero sí hay responsabilidades éticas, políticas y humanas, sobre todo cuando uno se erige en moralista profesional. No se trata de culparla por los crímenes de su prima, sino de recordarle que el silencio también es cómplice, y que la congruencia no se hereda: se ejerce.
Epílogo sin redención:
Las y los padres de la Guardería ABC no han pedido venganza. Sólo justicia. Llevan 16 años cargando una cruz que no pidieron. Hoy, uno de los eslabones de impunidad empieza a romperse. Falta mucho.
Pero al menos, por una vez, la ley no se detuvo en el apellido. Y eso, en este país, ya es noticia.
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