Por Manuel Gutiérrez.
El tema de la venta de Banamex tiene siempre otras implicaciones que rebasan las meras operaciones mercantiles. Es una institución con más de cien años, con millones de cuentas, con fondos inmensos de inversión, con un patrimonio cultural altamente codiciado y tan raro y singular, de un valor inconmensurable, como herencia nacional, en arquitectura, en pinturas, incunables, documentos y objetos de épocas pasadas, que se valoran en forma estimativa por los expertos.
Con el regreso al sector privado de las instituciones bancarias, luego que López Portillo las nacionalizara en un arranque demencial en su último informe y las convirtiera en sociedades nacionales de crédito, se abrió el camino para la inversión extranjera, una vez que los banqueros mexicanos fueron marginados, caso de Manuel Espinosa Yglesias, de Bancomer, o Roberto Hernández, de Banamex.
Con Zedillo, los bancos se vendieron a capitalistas extranjeros. Así llegaron los españoles, como Santander y Bilbao Vizcaya, pero también Citi de los Estados Unidos, que adquirió Banamex e hizo un buen negocio. El asunto siguió su camino, pero Citi se metió en problemas serios de financiamiento y decidió poner en venta su capítulo mexicano, reservando para gran banca los clientes en Citi y manejando el volumen grueso en Banamex.
Sin embargo, eran los grandes momentos del Pejesidente, que quiso de alguna manera apropiarse de Banamex y pagarla de una manera singular, con concesiones futuras, impuestos y una serie opaca de maniobras muy de su sexenio, en que pagaría con recursos públicos, pero la propiedad podría ser derivada a algún cercano. La situación se forzó y el Pejesidente optó por presionar a Jane Fraser, que se vino a vivir a México para estabilizar a Banamex, que se encontraba en malos momentos, hacerle reingeniería y volverla a poner no solo a flote, sino con ganancias.
Fraser no está sola y contó con una adquisición de alto nivel: se trajo en forma pirata a Ragan Raghavan, un financiero de origen de la India, que descollaba en Morgan, y se lo trajo con promesas de darle 52 millones de dólares con tal de tenerlo.
Las ideas de Ragan se aplicaron de inmediato. Su receta fue deshacerse de 11 bancos, consolidar carteras, mejorar su clasificación financiera, una operación pura, cruel, en que muchos perdieron su puesto. Incluso en 2023 fue autor de un recorte de personal en Estados Unidos por 14 mil empleados leales que de pronto se encontraron en la calle, aunque liquidados.
Con ello, Citi subió otra vez; sus acciones se revaluaron un 70%, así como la captación de clientes grandes, buen desarrollo de banca de inversión. De hecho, solamente ha cobrado 23 millones de dólares, que Fraser supone le pagarán con acciones; es decir, Ragan será un propietario de Citi o podrá poner en mercado su parte.
APARECEN LARREA Y GRUPO MÉXICO Y BANORTE.
Así se volvió a anunciar, como se prometió, que en 2025 se volvería a poner a la venta el grupo Banamex. La idea es sumamente atractiva, como banco rentable y con capacidad de generar ganancias. El Pejesidente se supone que ya se retiró, aunque al parecer no es así, dado que las grandes decisiones nacionales siguen saliendo de sus manos.
Un comprador surgió entonces: Fernando Chico Pardo, que ofertó por el 25% de Banamex con una cifra de 2 mil 400 millones de dólares. Chico Pardo hizo un discurso del agrado de Palacio Nacional al decir que estaba dispuesto a invertir porque sentía confianza en la política económica de Sheinbaum. El resto se ofrecería a inversionistas de todo tipo que podrán adquirir, según sus capacidades, parte del banco, hasta llegar a la suma de 9 mil 600 millones de dólares, que es lo que vale el banco con todo su patrimonio.
Germán Larrea, el segundo millonario mexicano detrás de Carlos Slim, más zalamero y siempre subyugado al poder presidencial, pero Larrea es diferente en su política y trato con el gobierno en turno. Es tolerado, pero la cerrazón de no ampliar concesiones mineras, ni permitir expansión en este campo, y la presión sobre el Grupo México son indicadores de no ser grato, precisamente.
Germán es muy directo, crítico y decidido. Maneja un exitoso grupo dedicado a la minería, sobre todo al cobre, con el que ha tenido ganancias mundiales de un 60% sobre cada peso invertido. Además, es propietario de la concesión de Ferromex y Ferrosur, dueño de Cinemex y de otras fruslerías. Tan importante es su corporación ferroviaria que controla todo el Pacífico y su salida a la frontera norte, pero le nacionalizaron por la fuerza un tramo de Coatzacoalcos para el ferrocarril del Istmo, lo cual no fue de su agrado en el último año del Peje, usando a la Marina para tomar posesión, no con situaciones jurídicas sino de fuerza.
En el noreste está Canadian Pacific-Kansas City Railways, la otra importante concesión que tiene la salida por Nuevo León y Laredo hacia Texas. En ambos casos, ferrocarriles vitales para México.
Germán, sin temblarle la mano, ofertó la compra total de Banamex a Citi, es decir, una operación de más de 9 mil millones de dólares. El anuncio llegó con un término de 10 días a Citi para decidirse. El anuncio vino aparejado con un retiro de capital de utilidades en la Bolsa para sus inversionistas, y al conocerse la oferta, perdió en cotizaciones 6 mil millones de dólares en un solo día, dado que se pensó que comprometía todo su emporio ferroviario en la compra, una jugada que a muchos les daría un infarto.
Larrea no se inmutó y al día siguiente aclaró que oferta más dinero que Chico Pardo, es decir, un 85% del valor en libros, en tanto que Chico Pardo ofrece un 80%. Aclaró que pagaría 2.3 mil millones de dólares, es decir, un 25%, y que el resto se ofertaría en Bolsa con el mismo instrumento de Chico Pardo, pero la oferta secreta a Citi puede ser mayor.
Por lo menos, sus acciones tuvieron una recuperación sensible de 13% de lo perdido. Pero el asunto es demostrar que existe confianza y certeza en el mundo financiero. Así estaban las cosas cuando llegó Banorte a ofrecer un sistema similar de compra con el mismo precio que ha señalado Citi, según Marcos Ramírez, director CEO impuesto por los poderosos como el mero mero que es Carlos Hank González, que representa los intereses de la familia Hank Rhon y de los González Barrera, que aparte maneja el poderoso grupo Gruma, de alimentos, y mucho de lo que sucede en la Bolsa de Valores, por lo que constituyeron este banco que ha tenido excelentes ingresos en estos años recientes, pese a la 4T, por su modernización digital y una cartera certera de inversiones y distantes del poder, pero no ajenos.
El punto es que la resistencia mostrada a Larrea, en cambio la bendición a Chico Pardo, hace sospechar que hay política de por medio. La 4T quiere un negocio jugoso, rentable y alejado de lo que representa su marca. Qué mejor que un banco de extensión nacional como Banamex. Entonces prefiere que lo adquieran personas bajo su influencia directa, y no otros. Por lo menos ya analistas como Julio Serrano comienzan a señalar que Palacio Nacional tiene mucho que ver en este asunto. No es solamente un asunto puro de mercado, por ello el tercero en discordia puede ser Banorte, pero también es una opción no digerida por Palacio Nacional.
Sin embargo, la situación nacional no es favorable para el gobierno, que estatiza aparentemente, pero que puede derivar a una estructura privada perfecta con dinero público manejando este gran banco. La caída de 7.2% de la inversión en México, según Gerardo Esquivel —que en ocasiones quema copal en el altar de la 4T—, refleja que sabe de economía, y la inversión privada es inferior a un 5%. La sacudida que podría producir la injerencia oficial en el asunto Banamex es reservada, dado que puede impactar negativamente al mercado. Lo que menos necesita la 4T es que la realidad del descenso de la inversión se sepa, se maneje o se discuta.
Esto llevó a Fraser a postergar por un año la salida de la oferta de Banamex. Supuso que un año después alejaría el interés de López Obrador en Banamex, pero no contaba con que Sheinbaum sigue las instrucciones de un Maximato, sin pretender separarse de los deseos de su mentor.
Ahora, el mercado juega. Y las llamadas y señales políticas desde el Palacio para indicar qué tren debe pasar primero, pero no parece ser el de Ferromex. Larrea, en tanto, jugó muy fuerte, y algo tiene a nivel de Citi que presiona en el origen, no en México, tanto como para darle un ultimátum a Citi por Banamex. El asunto se puso apasionante y mejor que una serie de Netflix, solo que de por medio va un gran porcentaje de la prosperidad nacional en juego y una ambición estatista o de negocio de un grupo de poder, que redondea sus aspiraciones económicas con un jugoso bono de valor de 9.2 mil millones de dólares.
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