Por Amaury Sánchez
Por ahí dicen que en México hay tres cosas inevitables: la muerte, los memes de política… y los escándalos de corrupción en las licitaciones de medicamentos. Como si fueran enfermedades autoinmunes del sistema, cada sexenio trae su propia gripa burocrática: en el de Calderón hubo medicina fantasma, en el de Peña medicinas doradas, en el de AMLO el medicamento era austero (pero escaso)… y ahora, con Sheinbaum, tenemos licitación inflamada con 13 mil millones de pesos en sobreprecio. ¡Eso ni la fiebre porcina lo sube tan rápido!
Pero no teman, que la doctora presidenta sacó el estetoscopio y el bisturí. Se fue a Palacio Nacional, convocó a su mañanera, y con tono firme dijo que aquí no hay compadrazgos ni distribuidores mágicos: quien vendió medicina con etiqueta de Louis Vuitton será investigado, sancionado y, si aplica, despachado con receta de inhabilitación. Raquel Buenrostro, desde la Secretaría Anticorrupción (sí, ahora existe), está haciendo auditoría con bisturí y lupa en mano. Y lo más jugoso: se canceló toda la licitación 2025-2026.
Y ahora viene lo bueno: los medicamentos se comprarán con algo que suena a reality show financiero: la subasta inversa. Es como “La Voz México”, pero en vez de cantar, los proveedores compiten bajando el precio y prometiendo calidad. ¿Quién ganará? El que dé más barato sin que se le rompa la pastilla.
Claro, esto tiene su mérito. La subasta inversa promete ahorro, rapidez y cero compadres. Pero también tiene su riesgo: si no se hace con precisión quirúrgica, podríamos pasar de “ahorro eficiente” a “desabasto elegante”. Y ya sabemos que cuando no hay medicamentos, hasta la aspirina se vuelve arma política.
En el fondo, esto no solo es una batalla contra la corrupción: es una cirugía mayor al sistema de compras públicas, que por años fue un Frankenstein de intereses empresariales, moches, funcionarios sordos y empresas fantasma. Ahora el gobierno quiere ser el cirujano. Ojalá no le tiemble el pulso, porque el paciente —es decir, nosotros— está cansado de pagar los errores con receta rota y farmacia vacía.
Así que atentos: si el plan sale bien, Sheinbaum podrá presumir que curó una de las enfermedades más crónicas del sistema. Pero si no… prepárense para ver a la oposición lanzando pastillas como proyectiles en las próximas elecciones.
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