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Gabriel Torres Espinoza La Aldea

Moralmente derrotada

Gabriel Torres Espinoza*

El jurista y politólogo francés, Maurice Duverger, advertía los altísimos riesgos que, en democracia, suponen las aplastantes mayorías y la carencia de oposición con un interesantísimo silogismo que consistía en los dos escenarios:

Escenario I.- Aunque existan los mejores controles constitucionales –checks and balances– entre poderes, estos pueden ser desactivarlos o anulados por completo con un Poder Ejecutivo que tenga mayorías calificadas afines en el Legislativo. Escenario II.- Aunque pudieran ser nimios y prácticamente inexistentes los equilibrios constitucionales entre poderes, estos pueden tener un contrapeso político (igual o más importante que el constitucional), derivado de un gobierno que no cuenta con mayoría en el Legislativo y los partidos políticos ejercen una auténtica función o rol de oposición. De forma que para que las democracias gocen de cabal salud, tan importantes son los controles constitucionales entre poderes, como el control político derivado de una oposición.

Lo anterior deja de manifiesto que tanto la oposición como los ‘frenos y contrapesos’ no son lo mismo, aunque persigan un mismo fin: controlar al poder. En efecto, mientras que la primera tiene una naturaleza estrictamente política; los segundos son invariablemente institucionales. Pero más aún, la oposición no es una sola. Es decir, la oposición no tiene una dimensión unívoca: la partidaria que, por regla general, acontece en el recinto Legislativo. Pero también existe la oposición en y desde la sociedad, misma que se expresa en la opinión pública, la sociedad civil organizada y el electorado. En este momento, lamentablemente, no existe ni la oposición político-partidaria ni la social ‘despartidizada’.

El presidente de la República señala con cierta razón, que la oposición “está moralmente derrotada”. Es importante destacar que su derrota no sólo se finca en la incapacidad de poder articular una crítica persuasiva respecto del ejercicio del poder; sino que, más importante aún, se evidencia en la ausencia de credibilidad y confianza ante el electorado. Lo mismo le sucede a la ‘comentocracia’ y los intelectuales, ya que algunos aprendieron a subastar su ‘análisis’ de cara al mejor postor. De igual forma, la sociedad civil, se observa absolutamente desdibujada: o sucumbieron ante el reclutamiento del poder; o ante la inanición presupuestal de otras épocas más generosas.

Por último, la oposición no sólo se ejerce entre poderes [del Legislativo en contraposición al Ejecutivo, y del Judicial frente a estos dos Poderes], sino entre órdenes de gobierno. Esto último ocurre ante el rechazo de estados [ante la Federación] y municipios [ante entidades federativas] cuando se oponen a reformas constitucionales, o bien, presentan acciones de inconstitucionalidad o controversias constitucionales. Pero de igual manera, la oposición que estos órdenes de gobierno ejercen (estados y municipios) se advierte hoy testimonial o, en el mejor de los casos, anecdótica (de momentos). De manera que el fenómeno de la hiperconcentración del poder y los embates a la vida democrática, también tienen explicación en la ausencia de una legítima, robusta, inteligente y tenaz oposición.

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