Por Manuel Gutiérrez
En de Capa y Espada, analizaremos aunque no somos Algarabía, y mucho pretendemos plagiarlos en su estilo, la interesante expresión que surge cuando en una familia a alguien no se le ofrece algo de los alimentos o beneficios dela familia, y al enterarse de su exclusión, hace la pregunta: ¿Por qué no me dan, acaso soy hijo de “Cuico”?
Esto tiene su origen en la novela virreinal mexicana y en la novelística española del siglo XVII y XIX que de hecho trasciende, incluso con influencia inglesa por el dominio de Shakespeare, en ese lapso histórico en que Inglaterra se convierte en la primera potencia mundial, asentada en los dos mundos, en madre del mundo anglo-sajón.
A la par en embrión del puritanismo y de las prácticas religiosas protestantes, desde el Quakerismo hasta otras formas que privilegian el mundo agrícola, la movilidad con caballos y carruajes de ruedas, y por formas de comportamiento en que la comunidad ejerce una marcada influencia en las decisiones personales, caso de los mormones, de Utah, cuya sucursal la tenemos en Chihuahua, con los seguidores de Menón.
Vamos hasta ropa que llega hasta el huesito, calzones de manga larga, listones abundantes y zapatería del siglo XIX parecen revivir en ese ambiente.
El asunto que tiene su origen en la aventura, entre los bandidos y los policías, que tanto en la España en decadencia, como en la Inglaterra imperial, finalmente eran el mismo caso del juego de gato y ratón, como se supone que era antes el juego de la policía con los ladrones.
Los transgresores del mandamiento ese de no robar – que no se acata ni por broma en la 4T mexicana, pregunten a RocioNahle- vivían al ritmo de su siglo, dentro de una escala de valores entre los cuales sus delitos cuidaban de no transgredir ciertas reglas sociales.
Por ejemplo el ladrón que robaba a ladrón casi tenía la absolución de su pecado, no así el que abusara de una viuda, de un menor inerme y lo dejara en pelotas en la calle, sin nada que ponerse.
La literatura, caso de Martín Garatuza, el héroe virreinal, formado en el crisol criollo novohispano, incluso en el campo mestizo, mexicano sin la conciencia plena de serlo, salvo que no se trataba de un español peninsular, dentro de un mundo de castas, que se calcó del mundo prehispánico y que estableció estamentos sociales, barreras entre una clase y otra, y la oportunidad de desafiarlas, al precio de la desgracia o del convertirse en leyenda popular. Como fuera era un acto de rebeldía al status de la época.
Como no es ánimo hacer un retrato social del pasado, solamente darles un contexto para imaginen de quehablamos. La influencia religiosa, herencia del medioevo, pasó a convertirse en un sistema gremial, es decir de maestro-aprendiz, por especialidad metalúrgica, maderera, o hasta artística, incluso entre los alfareros y los alarifes, yaque la arquitectura, si reinaba como arte supremo en materia de construcción.
La sociedad en ese tiempo, tenía muy marcado el concepto del honor, del compromiso de la palabra, hasta los extremos que primero morir que perder la dignidad. No sólo en materia de apuestas de juego, sino de pactos, alianzas, cuyo rompimiento demandaba sangre para lavar la ofensa. El prestigio social, era tan importante que perderlo te convertía en un paría.
Los ladrones conformaron ghettos, o barrios dedicados a la delincuencia que calcaron, en la Nueva España. E incluso, se volvieron por motivos religión en cofrades de cierto santo ( No tenían a Jesús Malverde, ni a la Santa Muerte) pero en cambio frecuentaban a santos conversos que de pícaros llegaron a la beatitud.
Incluso, San Felipe de Jesús muerto por lanzas en Japón, crucificado por los señores Samurais, por su prédica occidental, era un caso de tan difícil conversión según su familia, que teniendo una higuera seca en su patio, se decía por la nana de San Felipe, que cuando “reverdeciera, Felipillo sería santo” y así pasó. El primer mártir mexicano.
Los marginales, actuales buscan el amparo del poderoso San Judas Tadeo, al que de alguna manera errónea se le quiere convertir en cómplice y confidente de malos pasos.
Quiza las reconversiones de muchos descarriados se deban a ese santo, no precisamente a que los libre de la acción de la justicia o el disfrute de lo robado, estafado o extorsionado.
Bueno, vamos con los “cuicos”. “Cuico” en el sublenguajecriminal, es una forma despectiva de decir “azul, tecolote, tira”, etc. pero el termino puede ser una derivación de “cuino” es decir una especie de cerdo, y en inglés, los malosos les dicen “pig” a los policías.
En la España del siglo XIX y XVIII, creaba barrios, pero de existían, existían.
Una marcada jerarquía, en que había casi un rey del barrial, o un padrino, o jefe delincuente del ramo, imponiendo reglas de convivencia en la comunidad a su cargo, hacía las veces de administrador de la “justicia” dentro de las reglas de la criminalidad, en el caso de querellas e injusticias entre ellos.
Nada que no se viera tampoco en los escritos del plagiario Alexander Dumas, que logró fama mundial, describiendo París y las comunidades de su tipo. Un mundo de ricos de bajo perfil, financiando operaciones inmorales, regulando tráficos navieros, contrabando, tráfico de esclavos en muchos de los casos en Inglaterra a sus nuevas colonias, los Estados Unidos.
Pues, bien una comunidad de este tipo necesariamente era controlada, explotada por la policía, que incluso cobraba en especie la inmunidad, o protección, siempre y cuando el delito no pasara la raya de llamar la atención de gente poderosa, o la indignación popular por el escándalo y sorpresa.
La presencia de todas las especialidades de delincuentes, era proverbial en la cofradía no oficial de este género, pero entre ellos había dos tipos de mujeres, unas que eran prostitutas como una forma de vida, incluso en algunos casos muy próspera, y otras como amantes, esposas fieles y solidarias del aventurero de su hombre, lo seguían hasta el fondo del quinto patio.
Los polis, llevaban michas con el botín logrado, dado que sabían que se robaron, quién lo compró y que beneficios se obtenían. Entonces, ubicaban a los autores, y sin operar denuncia, obtenían parte del botín, estoy hablando en términos literarios, culturales…
Entre los servicios que se cobraban a la delincuencia en sus zonas, estaba el de la convivencia, alojamiento, cierta red de información, en todos los sentidos, y finalmente las relaciones de amor, o simple uso sexual, con las hetairas del lugar, sea como fuese, no había píldora anti-conceptiva y la época era muy reticente a medios de planificación.
Total, en la comunidad llegaban hijos de los “Cuicos”, quejunto con los hijos de los delincuentes, convivían, eran educados dentro de lo posible, adquirían destrezas de las especialidades del gremio, o en algunos casos, incluso eran adoptados por instituciones públicas, o clérigos piadosos que educaban en forma religiosa e incluso hasta lograr una licenciatura de la época, en muchos casos.
Pero a la hora de comer, la mejor parte era para los hijos de procedencia marginal, delictiva, y los sobrantes para el hijo de cuico. Algunos eran reconocidos y reclamados por sus progenitores, en una suerte de ruleta de la vida que determinaba destinos. Infancia es destino.
El hijo de cuico no rescatado, entonces podía seguir dos caminos: O ser bandido o Poli, con muchas similitudes entre ambos. Pero en muchos casos se llegaba a un celo desmedido de luchadores contra el crimen que conocían a fondo. El síndrome de Batman, antes que Bob Kane, lo hiciera, pero que dieron lugar a héroes virreinales que corregían entuertos, basados en sus habilidades de cerrajería, prestidigitación, hipnosis, engaño, etc. en la escuela de cuello blanco, o de rapidez, de cambio de propiedad, que era un arte en materia de carteras.
Una vez me tocó recibir en un centro penitenciario a unhabilidoso ladrón, de prestigio por su rapidez y suavidad. Mientras se llenaban los formularios de su ingreso, tuve oportunidad de charlar con él. Estuve atento en todo el tiempo, y admitió que efectivamente su arte era extraer los dineros sin que sintieras el momento, sin hacer mayor daño físico a la víctima.
Para cuando se llenaron los formularios de ingreso del nuevo procesado (Penal de Oblatos) lleno las planas de huellas de sus manos, y se tuvieron las generales, el susodicho sonreía, ya a punto de ingresar al interior, pidió que se detuvieran los custodios y me preguntó la hora, mientras mi compañero alcaide miraba asombrado.
Mire a mi muñeca, y mi reloj no estaba. Nunca sentí nada.Estaba en la muñeca de él.
Con una sonrisa me devolvió en lo que yo le manifestaba mi admiración por su sobresaliente y lamentable habilidad, hubiera sido un mago sin rival.
Esos, si eran bandidos admirables, por lo menos con habilidades y no brutalidad y falta de arte para hacerse de los bienes tipo Chucho El Roto, Jesús Arriaga, que se burló de todas las capas sociales y era el primero en distribuir ayudas clientelares a los pobres, que le pagaban con oportunos avisos de la presencia de la ley en muchos casos.
Esa clase de bandidos pululaban en el México del siglo XIX y XX, en muchos casos, aunque también los había sanguinarios y repulsivos. Pues, en España había modernidad, y no eran tan extremos en la tortura como lo pintan, no más que Inglaterra, con su horca que te mata por rotura de cuello al colgar en una caída de hasta 2 metros. O Francia con la guillotina de la revolución francesa iluminista que pasó a la clerecía, la nobleza, y hasta los pobres que no comprendieran las sutilezas de la revolución, con el modelo Robespierre 3 .
España diseñó un aparato denominado “Garrote” en la voz popular, consistía en que el condenado sentado cómodamente en su silla, le era sujetada una cuerda a su cuello la cual era enredada en una manivela que permitía ceñirla, impidiendo la respiración, es decir muerte por asfixia, cruel en los últimos momentos en que el condenado pataleaba. No era muerte a garrotazos, que era burda y cruel, pero así le apodaron.
Pero lo moderno consistía y lo leí en una narración de Reverte: El condenado era liberado una noche antes de su ejecución, mediante palabra de honor de regresar a su condena, puntual y en forma, para que no se disgustará ni el confesor de los últimos auxilios, ni el verdugo encargado de darle vuelta al tornillo que ceñía la soga al cuello, ni la gran concurrencia al evento.
Pero esa noche todo se olvidaba. La cena organizada por los vecinos, fluía en viandas diversas sobre todo las favoritas del sentenciado. Vinos a granel, brindis abundantes, encargos personales de la futura viuda, de la madre del sentenciado o incluso de sus hijos. Juglares en tanto conocían la historia para hacerla canción popular, sobre la causa de la desgracia, los tumbados de entonces.
Al día siguente el condenado se presentaba a disposición del rey, de la ley y todo se cumplía.
Un gesto gallardo, pero que se descompuso. Porque el condenado aprovecha la fiesta de la despedida para hacer “encargos” es decir eliminar al soplón sospechoso, a tomar datos de las autoridades y juez de la causa, para luego hacerlos perecer de una inesperada puñalada en el tumulto del mercado, o en los callejones oscuros o un sitio de paso,dependiendo del modo de vida del juzgador, y para disponerrecuperar el botín escondido.
Tiempos aquellos de ahí vino esa expresión: Hijo de Cuico, similar de adoptivo y con paternidades dudosas, usado como concepto de discriminación, a veces todavía se escucha.
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