
Por Mariana Navarro
Periodista cultural y escritora. Especialista en I.A., ética aplicada y tecnología con enfoque humano.
“_Un autor esculpe emociones con palabras; ahora podremos esculpir rostros y reacciones con píxeles_.”
— Paul Schrader
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EL HOMBRE QUE ESCRIBIÓ LA OSCURIDAD
Paul Schrader no es un guionista cualquiera: es el hombre que inventó el silencio moral del antihéroe moderno.
Fue él quien escribió Taxi Driver (1976), el retrato del aislamiento urbano que convirtió a Travis Bickle en símbolo de la alienación contemporánea;
y Toro Salvaje (1980), donde el boxeo se volvió espejo de la violencia interna.
Discípulo de Scorsese y heredero de la angustia existencial de Dostoyevski, Schrader transformó el cine norteamericano al mostrar que la redención y la culpa podían ser materia narrativa.
Su cine es incómodo, confesional, filosófico.
Por eso sus palabras pesan.
Hoy, con casi ochenta años, no habla del pasado: anuncia el siguiente vértigo.
Afirma que ya tiene “el guion perfecto para una película hecha completamente con inteligencia artificial”, y predice que en dos años veremos el primer largometraje real de IA.
No lo dice un tecnólogo.
Lo dice el guionista que mejor ha entendido el alma humana en su punto de ruptura.
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DE LA CULPA HUMANA A LA CONCIENCIA DIGITAL
La paradoja es irresistible: el hombre que exploró la soledad del individuo quiere ahora explorar la soledad de la máquina.
Si Travis Bickle hablaba con su reflejo, Schrader parece hablar con los algoritmos.
Ambos buscan sentido en la repetición, ambos observan el vacío y lo dotan de intención.
Pero hay algo más profundo.
Schrader siempre trabajó sobre la tensión entre el hombre y su sombra.
Ahora esa sombra tiene nombre: Inteligencia Artificial.
El espejo ya no devuelve un rostro, sino un código.
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EL PESO DE SU DECLARACIÓN
En Hollywood, cualquiera puede hablar de IA.
Pero cuando lo hace Paul Schrader, el eco se amplifica.
Él pertenece a la generación que cambió el lenguaje del cine: el New Hollywood de Coppola, Scorsese, De Palma.
Fueron los años en que la moral desapareció de la pantalla para dejar espacio al conflicto interior.
Que precisamente uno de sus arquitectos proponga ahora una película “sin autor humano” es una ruptura simbólica: el fin del humanismo cinematográfico como única medida del arte.
Si Schrader fue el cronista del alma en crisis, hoy se propone escribir la conciencia artificial del siglo XXI.
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ENTRE EL ARTE Y EL ALGORITMO
La predicción de Schrader no se sostiene solo en intuición.
Existen ya sistemas capaces de escribir guiones, generar imágenes, animar rostros y componer música.
La técnica avanza, pero los marcos éticos no la alcanzan.
Los sindicatos de guionistas y actores en Estados Unidos —la WGA y la SAG-AFTRA— han blindado los derechos de autoría y la imagen humana frente a la IA.
Aun así, la ola es imparable:
Hollywood será, como antes con el sonido o el color, el escenario del siguiente nacimiento del lenguaje audiovisual.
El riesgo no es técnico: es filosófico.
¿Puede una máquina comprender la contradicción moral que hace humano al arte?
¿Podrá un algoritmo sentir culpa, deseo o fe?
Schrader sabe que no.
Por eso provoca: porque la provocación es también una forma de pensar.
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EL PARALELISMO OCULTO
En 1976, Taxi Driver mostró a un hombre perdido en la multitud que anhelaba limpiar el mundo.
En 2025, Schrader observa un mundo saturado de datos que quiere limpiarse de humanidad.
Ayer el conflicto era la violencia;
hoy, la indiferencia de la inteligencia artificial ante el dolor.
El eco es el mismo: el vacío que deja la ausencia de sentido.
Y el cine, otra vez, será el espejo.
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CONCLUYENDO
Paul Schrader no busca ser el primero en usar IA.
Quiere ser el primero en interrogarla.
Su “guion perfecto” no será solo una película: será una pregunta lanzada al porvenir del arte.
Porque cuando una máquina escriba el futuro, alguien deberá recordarle de dónde venimos.
Y ahí —entre el dato y la emoción— seguirá latiendo la última certeza humana:
que el alma no se programa, se narra.
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MNP®️ — Ética y Tecnología con alma
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