
Por Mariana Navarro
Periodista cultural y escritora. Especialista en ética aplicada, inteligencia artificial, innovación y tecnología con enfoque humano.
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“Cada vez que una máquina entra a nuestra casa, redefine lo que entendemos por trabajo, compañía y cuidado.”
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I. LA NUEVA PRESENCIA EN CASA
La robótica doméstica dejó de ser una promesa de ciencia ficción.
En México y América Latina, los robots comienzan a ocupar un lugar silencioso pero decisivo en la vida cotidiana: ayudan a limpiar, monitorean la seguridad, asisten a adultos mayores y, en algunos casos, aprenden las rutinas familiares.
Los ejemplos más visibles son los robots aspiradores y los asistentes inteligentes que se integran con electrodomésticos conectados. Pero el cambio real ocurre en otro nivel: el de los robots de cuidado y asistencia.
En universidades mexicanas —como la UNAM y el ITESO— se desarrollan proyectos de robótica social que buscan apoyar tareas domésticas, acompañamiento emocional y atención a personas mayores. Al mismo tiempo, empresas latinoamericanas adoptan tecnologías de humanoides cooperativos inspiradas en modelos internacionales como Figure 03 de Figure AI o Ballie de Samsung, que ya se prueba como asistente visual y de movilidad dentro del hogar.
El hogar latino, tradicionalmente tejido por vínculos afectivos, comienza a abrir espacio a una nueva forma de presencia: la máquina que observa, recuerda y colabora.
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II. CUIDAR, VIGILAR, CONECTAR
En nuestra región, los robots no entran por lujo, sino por necesidad.
La pandemia reveló un déficit estructural de cuidado: adultos mayores solos, familias con horarios fragmentados, ciudades que exigen más tiempo de traslado y menos tiempo de convivencia.
Frente a ese panorama, los robots domésticos se posicionan como extensiones tecnológicas del cuidado. Algunos detectan caídas, recuerdan la toma de medicamentos o regulan la temperatura de la casa. Otros integran cámaras y sensores conectados a inteligencia artificial que permiten supervisar la seguridad desde cualquier sitio. Y los más recientes funcionan como verdaderos nodos de conexión familiar: posibilitan videollamadas, recordatorios personalizados y control de dispositivos desde una sola interfaz.
El avance, sin embargo, trae consigo una contradicción cultural: la automatización del afecto.
En América Latina, el cuidado ha sido siempre un acto relacional: la abuela que cocina, el hijo que acompaña, la vecina que ayuda.
La tecnología irrumpe en ese tejido con una lógica distinta, la de la eficiencia emocional, donde una voz sintética ofrece consuelo y una pantalla sustituye la presencia.
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III. TRABAJO, GÉNERO Y TECNOLOGÍA
La llegada de robots al hogar también impacta la distribución del trabajo doméstico, históricamente cargado sobre las mujeres.
Según la CEPAL, más del 75 % del trabajo de cuidados en América Latina sigue siendo no remunerado y realizado por ellas.
La robótica promete aliviar esa carga, pero plantea un dilema: ¿se trata de liberar tiempo humano o de delegar lo femenino a un sistema sin rostro?
En países como Chile, Argentina y México ya se estudia cómo los robots domésticos pueden reconfigurar la economía del cuidado y abrir nuevas oportunidades laborales: mantenimiento, programación y gestión de dispositivos inteligentes.
El hogar se convierte así en un microecosistema donde la inteligencia artificial redefine los roles y las formas de valor.
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IV. PRIVACIDAD, DIGNIDAD Y DATOS
Los robots domésticos registran rutinas, movimientos, voces y emociones. Esa información, útil para optimizar su desempeño, también es sensible: revela hábitos, horarios y vulnerabilidades.
La ética aplicada exige tres principios que no pueden negociarse.
El primero es la transparencia, es decir, saber qué datos recopilan los dispositivos y con qué propósito.
El segundo, el consentimiento informado, que permite al usuario decidir cuándo y cómo interactúa con su robot.
Y el tercero, la protección afectiva, porque convivir con una máquina que nos observa cada día implica salvaguardar no sólo la privacidad de la información, sino también la intimidad emocional.
Diseñar robots que sirvan sin invadir y comprendan sin registrar cada detalle será uno de los grandes retos de la década. La frontera entre lo útil y lo íntimo ya se está trazando dentro de nuestras propias casas.
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V. EL FUTURO DEL HOGAR LATINO
En los próximos cinco años, el mercado de robots domésticos en América Latina crecerá más de un veinte por ciento anual, según proyecciones de Statista 2025. México, Brasil y Chile concentran la mayoría de los desarrollos y adopciones, impulsados por el teletrabajo, la conectividad 5G y la digitalización acelerada del hogar.
Pero el cambio más profundo no será tecnológico, sino cultural.
En un continente donde la casa sigue siendo el centro de la vida afectiva, los robots representan tanto una ayuda práctica como una pregunta moral: ¿hasta dónde queremos que la tecnología participe de lo íntimo?
Tal vez la respuesta no esté en resistir el avance, sino en humanizarlo.
El futuro no será una casa dominada por máquinas, sino una casa donde la tecnología aprenda el idioma de los afectos.
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CONCLUYENDO
Los robots ya cruzaron el umbral del hogar latinoamericano.
Y aunque todavía no cocinen con sazón ni abracen con calor, su presencia está transformando silenciosamente la manera en que vivimos, trabajamos y nos cuidamos.
La pregunta no es si podrán hacerlo todo, sino qué queremos seguir haciendo nosotros.
Porque en una época donde el algoritmo limpia, recuerda y vigila, la verdadera inteligencia sigue siendo la que sabe cuidar con alma.
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De la serie: Ética y Tecnología con alma
Por Mariana Navarro
Periodista cultural y escritora. Especialista en ética aplicada, inteligencia artificial, innovación y tecnología con enfoque humano.
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