Por Pablo Carranza (*)
La trama supone naves con seres de otras galaxias que secreta y periódicamente llegan a un perdido pueblito de Estados Unidos, en una remota cabaña en el bosque, que utilizan como estación de tránsito, solamente para recargar energías y viajar a otros planetas. La Tierra es solo un lugar de paso.
Vive ahí un humano solitario (que era soldado de la guerra de secesión norteamericana) a quien encomiendan cuidar la estación y mantener el secreto, a cambio de una pócima para no enfermar ni envejecer, brindándole dólares para sus provisiones de forma periódica.
La novela de Clifford D. Simak es fascinante y la escribió en la década de 1960, cuando el mundo empezaba a temer una guerra nuclear que destruyera todo y esa posibilidad les preocupa a esos extraterrestres viajeros, por lo que se plantean la necesidad de intervenir.
Y es en este punto que recuerdo esa novela de ficción que leí hace años, porque la solución que analiza el consejo supremo de los alienígenas, es hacer que todos los seres humanos perdiéramos la inteligencia, desarrollada en milenios de evolución, para volver a ser como los hombres primitivos. Ya no seriamos capaces de utilizar toda la ciencia y tecnología del mundo moderno. Volveríamos a la Edad de Piedra, pero la posibilidad de destruirnos entre nosotrosmasivamente quedaría abortada.
Calculan que habría hambre y millones de muertes, pero la humanidad empezaría de nuevo, se salvaría el planeta y tendíamos una especie de segunda oportunidad.
Ahora que veo el mundo más descompuesto, con tantas guerras, migración, hambrunas, ecocidios, violencia, desigualdad e injusticia, pienso que tal vez esa solución no sea tan descabellada.
Pero luego reflexiono y creo que tal vez no debería aplicarse a toda la humanidad, sino únicamente a esos gobernantes locos o ineptos que tenemos por todos lados, a esos que detectan el poder del mundo y que son éticamente miserables.
Que les borren la inteligencia, o los congelen, o que simplemente se los lleven a otro planeta y nos dejen en paz.
Concluyo que eso no va a pasar porque solo es una bonita ficción, pero lo que sí está en nuestras manos será desaparecer a muchos de esos en nuestro país, con nuestro voto el dos de junio, esperanzados de que los que lleguen no sean locos, ineptos o éticamente miserables.
* Psicólogo y periodista
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