Brújula Pública
En el acto formal de arranque de la transmisión de la administración federal de gobierno, se reunieron los integrantes del gabinete del presidente en funciones Enrique Peña Nieto, así como del presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Sutiles desencuentros. Mientras que el presidente Peña Nieto seguía afirmando que impulsaría la reforma educativa, del otro lado el presidente López Obrador señalaba que sería cancelada por una nueva. Así se vieron algunos desencuentros e indefiniciones, como la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México.
Y es que, desde los primeros día de julio, cuando se sabía el arrollador porcentaje de votación con el que Andrés Manuel Había ganado las elecciones, el presidente electo no tardó en figurar en las primeras planas de diarios locales y nacionales. Así se supo de su primera reunión en Palacio Nacional, así se dio a conocer los nombres de sus primeros colaboradores y sus reuniones con enviados de otras naciones, como Estados Unidos o Japón.
En lo que pareciera una cesión de poder, el presidente Peña Nieto aparenta desinterés en seguir al frente del gobierno, que su contraparte da la impresión de que desea aprovechar el tiempo, en el que las debilidades de una administración fueron las fortalezas electorales del otro.
Como todo inicio de gobierno, la administración del presidente Peña Nieto prometía ser una de las mejores en la historia contemporánea del país, sumado al ejercicio político que representó la firma del Pacto por México que trajo consigo reformas en el plano de la administración publica, laboral, de comunicaciones, tributaria, fiscal, educativa, y energética, así como unas buenas intenciones en el combate a la corrupción, en lo que todo parecía que México se hablaría de tú a tú con países de primer mundo.
Así prosiguieron los primeros dos años de la administración del presidente Peña Nieto, en las que poco a poco se conocían el producto de las reformas: se había caído la reforma educativa, por presiones de la CNTE, se había implementado nuevas disposiciones fiscales y tributarias que ejercían controles rigurosos sobre la base contribuyente pero que mantenían en una zona de confort a los grandes contribuyentes y corporativos del país, el inicio de nuevas relaciones laborales que pasaron de noche, una reforma energética de la que se tuvo conocimiento que fue necesario empujarla con los legisladores a base de gratificaciones, -una manera amable de llamarle al soborno y, por ende, al fomento de la corrupción-, y por último la única reforma que verdaderamente tuvo un impacto positivo en la ciudadanía, la reforma en materia de comunicaciones al abaratar los costos de la telefonía celular, en la que todas las compañías de telefonía celular ofrecen a sus clientes de prepago y pospago, el servicio de llamadas y mensajes ilimitados y solo se cobra el servicio de navegación por internet.
Es muy posible que la credibilidad de este sexenio haya comenzado a derrumbarse con la crisis de derechos humanos. Ejemplos de descoordinación institucional, de fractura en las estructuras de información, de desestima en la información, como el rancho El Sol, Tlatlaya o Ayotzinapa, fueron acumulados por una ciudadanía que veía que la grandilocuencia de su gobierno se desvanecía con su incapacidad de hacer frente a la lucha a la inseguridad.
Que el combate a la corrupción se contradecía con el discurso oficial de la campaña de Peña Nieto, al persistir impunidad en temas emblemáticos de corrupción, como la Casa Blanca, Malinalco, el Tren México Querétaro, el Socavón, Odebrecht, la Estafa Maestra y quizás algunos más que no han sido conocidos. Se precipitó la promesa de combate a la corrupción.
Aunque todavía no entra formalmente su administración, por ahora el presidente López Obrador goza de un gran bono democrático, producto de las esperanzas en levantar al país del estado en que se encuentra.
*Es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
Twitter: @racevesj
