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Mariana Navarro

Opinión• El lenguaje nunca ha sido Baladí


“Cada hablante es libre de verse o no representado por una palabra”.

El lenguaje nos ayuda a capturar el mundo, y cuanto menos lenguaje tengamos, menos mundo capturamos. O más deficientemente. Una mayor capacidad expresiva supone una mayor capacidad de comprensión de las cosas. Si se empobrece la lengua, se empobrece el pensamiento, decía –Fernando Lázaro Carreter-, quien fue filólogo, profesor español y director de la Real Academia de la lengua Española.

Hace ya un tiempo, el asunto del lenguaje inclusivo forma parte de todos los congresos filológicos que se desarrollan en el ámbito del idioma español.

El lenguaje inclusivo, para muchos, lejos de visibilizar a la mujer en la sociedad, lo que produce es una serie de estrategias imprácticas e incompatibles con el lenguaje oral y escrito que acaban por deteriorar el estilo.

El género gramatical no se corresponde con el género o sexo. Quienes insisten en confundir las categorías de la lengua con categorías del mundo material, se conducen a contradicciones que llegan al absurdo.

A pesar de que el masculino funciona en español como término no marcado para referir tanto a hombres como mujeres, quienes defienden el lenguaje inclusivo han buscado diversas formas de adaptar la lengua, algunas veces con éxito y otras cayendo en soluciones poco prácticas e insostenibles.

Si no me cree, piense en el caso de la COMPAÑERE que en un afán de sentirse incluida terminó mintiendo en el supuesto lenguaje de señas mismo que “elle” inventó y que fue desmentido por los propios, que han luchado por no tener ese tipo de discriminaciones y contradicciones.

Llegó el caso que alguien en el afán de apoyarle en sus contradicciones gramaticales a la ofendida compañere, terminó defendiéndole diciendo: – “NO es justo lo que le hacen a la compañere, a mi me dan “pene”-, (por referirse al sentimiento de pena y no al miembro viril masculino) provocando el escarnio y mofa de miles de personas.

Este tipo de confusiones en el uso del lenguaje se está volviendo común en el afán de la supuesta no discriminación de la persona que se confunde con el uso adecuado de las palabras.

No debe confundirse pues el género, con palabras referidas a hombres y mujeres.

En nuestro idioma hay dos tipos de género: el formal que se basa en la forma de las palabras y el semántico basado en el sexo del ser humano o animal.

Las clases nominales no se limitan a masculino y femenino en todas las lenguas. En algunas lenguas africanas, por ejemplo, existen cinco géneros diferentes.

Algunas personas piensan que se puede calificar a la lengua de machista por emplear el masculino como término no marcado, si esto fuera así, entonces también habría que calificarla de singularista y de presentista, no de machista.

La sociedad debe trabajar en el léxico, que es la parte del lenguaje donde se refleja el machismo.

 Pero muchos no se dan cuenta de la fuerza de la palabra.

El dominio del lenguaje por parte del poder queda bien reflejado en un pasaje entre Alicia y Humpty Dumpty en la obra Alicia a través del espejo:

–¡He ahí tu gloria!

–No sé qué es lo que quiere decir con eso de “gloria” –observó Alicia.

Humpty Dumpty sonrió despectivamente.

–Pues claro que no, y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que “ahí te he dado con un bello y contundente argumento”.

–Pero “gloria” no significa “un bello y contundente argumento” –objetó Alicia–. –Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos.

–La cuestión –insistió Alicia–es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

–La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda. Eso es todo.

Y en este caso el que manda es la razón de entender que el lenguaje tiene cientos de años de creación, y cada palabra significa.

Lo que otro quiera darle poder es diferente.

Para lograr que la mujer se visibilice en el lenguaje, debe evitarse el uso de palabras con connotaciones denigrantes, si no se casó le dicen “cotorra“ si es una mujer  fuerte le dicen “perra”, eso sí es discriminante y vejatorio, no que te digan compañera  y exhortes a un confundido compañero a decirte compañere.

Es obvio que estamos hablando de algo más que de lenguaje, gramática, morfemas y géneros.

Pero que el lenguaje nunca ha sido un instrumento baladí bien lo sabían ya George Orwell, Aldoux Huxley o Victor Klemperer, autor de ‘LTI. La lengua del Tercer Reich’, un libro imprescindible para entender cómo los nazis comenzaron a manipular el lenguaje como estrategia para imponer sus terribles ideas, pues los nazis habían empezado a usar con fuerza adjetivos como “combativo” o “fanático” tratados de forma positiva.

Por ello la lengua es un arma política y lo ha sido siempre, en ocasiones al servicio del poder y ahora al servicio de un grupo social desfavorecido como las mujeres en donde lo vital es que se nos respete y favorezca con iniciativas que nos ayuden más allá de las palabras inocuas, más allá de la fuerza de la vocal e, en la suplantación de la vocal o, u la vocal a.

Una mujer no es una vocal, una mujer es verbo, no sustantivo. Mientras no entendamos esto, la mujer quedará marginada bajo una miserable letra y no en valientes hechos, solo de palabras.

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