Horacio Villaseñor Manzanedo
Se sabe, después de una guerra, las ciudades se reconstruyen. Los primeros esfuerzos se dirigen a la recuperación de las fuentes de sustento de sus habitantes, después a las políticas macro y microeconómicas. Igual que aquella frase muy utilizada en 1992 por Bill Clinton en su campaña por la presidencia de los Estados Unidos y que ganó, «La economía, estúpido» (the economy, stupid), es lo que se necesita para reconstruir una ciudad, el camino es la administración eficaz y razonable de los bienes, eso es economía. Aunque Guadalajara está en paz, con tanto administrador público chafa desde los 90´s, está destrozada, su zona metropolitana se descuidó, abandonaron la conservación y el mantenimiento de su infraestructura y los servicios generales. Hay que reconstruir sus colectores colapsados y con fugas; las calles, avenidas y pasos a desnivel llenos de baches, parches, bolardos doblados o hundimientos; los camellones y banquetas destruidas; su sistema de semáforos y señalización de tránsito obsoleta; sus mercados, panteones, parques y plantas de transferencia de basura en pésimo estado, además de insuficientes. Lo que debe, el gobierno municipal, hacer primero es reparar su economía y para eso debe re-construirse. Me explico: Sin duda, tener dinero permite autodeterminación. Hubo en Guadalajara, de 1980 a 1982, un ayuntamiento que, en proporción, hizo más obra pública que el gobierno del estado, con recursos propios, sin adquirir empréstito alguno, disminuyó el gasto corriente y aumento las inversiones. Cómo no necesitaba andar de “lambiscón” con los gobiernos estatal y federal, se ganó el respeto del gobernador de entonces y tuvo la libertad de hacer lo que se debía hacer, sin pedir prestado, sin endeudarse y sin aumentar impuestos. Hizo, en tres años, mucho más que los gobiernos municipales de ahora en seis años. La clave, la economía. En lugar de vender terrenos municipales, compró grandes extensiones de suelo a los particulares para convertirlo en bienes públicos, construyó muchos bienes comunes como mercados, macro-parques, avenidas, calzadas, calles, colectores, edificios públicos como la hoy Dirección de Obras Públicas, el Archivo Municipal, una planta de transferencia de basura, el Panteón del Sur, el Planetario Severo Díaz que otra administración vendió a un particular para tumbarlo y hacer un centro de espectáculos. Ese ayuntamiento, presidido por Don Arnulfo, en lugar de beneficiar empresarios, beneficióa la ciudad. El respeto de la gente se gana demostrando profesionalismo y pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo, no haciéndose el “chistoso” o “echando choro mareador”, eso es populismo, no efectividad. Si el ayuntamiento no tiene dinero, no tiene libertad, termina siendo “achichintle” de alguien. Logró que las participaciones estatales y federales no le hicieran falta, si llegaban ¡bien!, si no ¡también! El gobierno municipal, para ser realmente gobierno, debe hacer 3 cosas; 1) pagar deudas heredadas; 2) reconstruir los bienes públicos, y; 3) construir lo que falta (adquirir propiedades privadas y convertirlas en espacios públicos). Así como cuando no había calles ni parques, se fueron construyendo, ahora hay que adquirir manzanas, derribar casas y construir las vialidades y parques que necesitan las torres departamentales que por cierto autoriza el gobierno municipal. Para lograrlo, el ayuntamiento, debe tener dinero propio, no prestado y deben empezar por reconstruir su administración, convertir al banal e inservible ayuntamiento de hoy en uno profesional. La fórmula es simple, es la economía no la política, hay que lograr independencia económica y política, no deberle nada a nadie y con sus propios recursos,resultado de un gobierno eficiente, reconstruir la infraestructura pública dañada y construir, previendo, necesaria para el crecimiento de Guadalajara. Re-construir la organización pública, es lo que necesita la ciudad hoy. Ni hablar.
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