Han transcurrido ya 110 horas de que el ingeniero Ramiro Hernández García relevó en la presidencia estatal del PRI A Héctor Pizano, y son los mismos cinco días que han transcurrido sin que el gobernador del Estado, Aristóteles Sandoval Díaz, haya hecho pública una felicitación al que llegó a dirigir el partido, y un reconocimiento al que fue destituido de la dirigencia.
Aún más, Alfredo Barba Mariscal, candidato del PRI a presidente municipal de Tlaquepaque, y Francisco Ayón, el restituido secretario de Educación, festejaron jocosamente todo lo que ocurrió ese día.
Que el gobernador de Jalisco no haya felicitado a Ramiro Hernández, que Alfredo Barba festeje la remoción de Héctor Pizano, y que Francisco Ayón haya estado de pláceme ese 5 de abril, que Pizano esté criticando en redes sociales los eventos del candidato a gobernador Miguel Castro, no refleja más que hay un gran cisma en el priismo jalisciense.
Nadie parece reparar en este conflicto, pero hay que decirlo, y decirlo como es, como va: hay un nuevo enfriamiento en las relaciones entre el presidente Enrique Peña Nieto y el gobernador Aristóteles Sandoval Díaz.
Y adivine usted quién va a perder: yo se lo digo de una vez. A partir del próximo primero de julio y hasta el día último de noviembre, no le sorprenda que algún pez gordo jalisciense sea destituido o removido de su cargo, por alguna acción política o judicial tomada desde el centro del país.
De que hay una gran crisis en el PRI Jalisco, la hay y viene un escandalazo.
Al tiempo…
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