Horacio Villaseñor Manzanedo
“Si no puedes ser eficiente, por lo menos sé atractivo”, parece ser, esa, la premisa utilizada por el ayuntamiento para “salir del paso” ante su evidente incapacidad. En Guadalajara, los problemas son los mismos desde hace décadas, actores y partidos políticos entran y salen del gobierno municipal y la ciudad sigue colapsando con deficiencias que aumentan y se hacen más difíciles de disipar. Me explico. ¿Cuál es el fin de un plan de desarrollo?, ¿se tienen los medios necesarios para tal fin?, y ¿en cuánto tiempo se logrará la meta? El fin de todo plan municipal de desarrollo es el bienestar de la sociedad en el espacio donde las personas interactúan con otras desconocidas, el público, y eso debe conseguirse ya, inmediatamente y el plan garantizar la conservación de esa calidad de vida que debería existir. Las administraciones durante el periodo de su encargo, están obligadas a solucionar los problemas de la ciudad heredados y los que van surgiendo, su tarea es en tiempo real, los planes son para que esos problemas, en el futuro, no sean mayores y causen más daño, pero está probado que los planes de desarrollo, como se hacen, solo sirven para tirar dinero público, “hacerle al cuento” y para que la “autoridad” se lave las manos engañando con la idea falsa de que como la ciudadanía participa, el desarrollo llegará. Un plan es un trabajo de elección, pero ¿quién la debe tomar? Lo debería hacer el gobierno, para eso se creó y para eso se mantiene la burocracia, presuntamente experta, pero como los “funcionarios” no saben qué hacer para solucionar problemas de ahora, hoy mismo, inventan tonterías como la idea de la corresponsabilidad que, para la gente interesada en incidir en las decisiones, aunque de administración pública no sepa nada, le es muy atractivo. Entonces, el gobierno hace como que toma en cuenta a la sociedad, la sociedad cree que la consideran y finalmente se imponen acciones que benefician a las facciones o grupos en el poder, el producto es un documento, en el mejor de los casos, de buenas intenciones que al paso de los años ha resultado en negocios privados y complicaciones para el progreso general. Con los planes de desarrollo lo que el gobierno vende es un valor particular, el espejismo de una disque gran solución que en realidad no lo es y que termina en consecuencias no deseadas de la acción. Todos los planes recientes han fallado, el desastre ¡está a la vista! El ayuntamiento hará lo que pueda, sabe que no tiene soluciones, tomará elecciones pequeñas, mediocres, le permitirán ir aprendiendo, se equivocará y como no hará nada relevante podrá hacerse para atrás, corregir y volver a intentarlo, pero la ciudad ya no aguanta más fantasías ni “andarse por las ramas”. Los ayuntamientos, llenos de aprendices de la función pública, nos han heredado una ciudad colapsada que solo verdaderas inteligencias podrán reconstruir. A los políticos les interesa estar demostrando que están haciendo cosaspara evitar reclamaciones, aunque lo que hagan solo sirva para eso, demostrar que están intentando algo porque la gente necesita que los problemas se resuelvan hoy día. Las personas están siendo afectadas; las asaltan; las roban, las golpean; se asustan; se enferman; etc., el tiempo, en el mundo real es fundamental. El gobierno tiene que actuar inmediatamente, la seguridad pública no es solo el servicio de policía que por cierto no previene mucho, los otros servicios públicos (agua, drenaje, limpieza, etc.), si sirven, sí protegen. El ayuntamiento debe enfocarse, gobernarse y otorgar servicios que sirvan, no se puede esperar 18 años. Los decisores gubernamentales toman riesgos, deben hacerse responsables, para ello se les contrata y se les paga, pero como casi siempre sus ocurrencias les salen mal, consultar inútilmente a los vecinos además de compartir la responsabilidad, es sexi. En el mundo real, los planes no definen los fines deseables ni determinan medios para lograr esas metas, lo que realmente contienen son mínimos objetivos que se diseñan con base en los medios disponibles no con los que debería haber, ¡vaya tontería!, por ello, sin inteligencia unificada ni las habilidades requeridas, el bienestar general nunca llegará. Guadalajara seguirá siendo bonita, sexi, con planes, pero disfuncional, sucia y peligrosa. Ni hablar.
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