Horacio Villaseñor Manzanedo
La mayoría de los “regidores” no están preparados para gobernar, no tiene experiencia o no saben derecho público, mucho menos teoría de sistemas ni organizacional, pero aun así les toca gobernar el ayuntamiento, en el entendido de que la constitución sentencia “el municipio será gobernado por un ayuntamiento”. No llegaron por su capacidad sino por alguna circunstancia o accidente de tiempo, lugar y modo, que los llevó al poder público. Si a eso le sumamos que el primer regidor, también llamado alcalde o alcaldesa, además de que no sabe derecho administrativo y se siente “virrey”, “se creen mucho” y no acepta sugerencias. Entonces, si no tienen virtud pública alguna, ¿por qué podrían gobernar? La razón de ser de un ayuntamiento no es asegurar la prestación de los servicios públicos municipales, y sí, leyeron bien, no es garantizar el funcionamiento de las dependencias que otorgan servicios, sino que esos servicios sirvan. El fin de todo ayuntamiento es que la ciudad sea segura, que se pueda vivir con calidad, no que haya patrullas y recolectores de basura, empleados, oficinas y la ciudad sea insegura y esté hecha un asco. Entender cuáles son los fines del ayuntamiento y después lograr los medios para esos fines, no se les da. Con frecuencia hasta ajustan los fines públicos a los pocos medios que les heredaron, porque no tienen capacidad ni para mejorar, crecer o fortalecer, lo que les dejaron, los de la administración anterior; siguen haciendo y haciendo lo mismo siempre porque es más fácil que proponer y ponerse a hacer reingenierías de procesos, reestructuraciones, refundaciones institucionales o transformaciones gubernamentales exitosas. El ayuntamiento tiene atribuciones organizacionales, para construir o armar los medios necesarios que le permitan lograr los fines a los que están obligados a cumplir, constitucionalmente. Tener una ciudad limpia y segura, todo el tiempo, es el fin, y las dependencias encargadas de lograrlo, son el medio. La eficacia es lograr el fin, o sea, mantenerla limpia y segura, siempre, día y noche, en todo momento. Si no logra, el ayuntamiento, los fines que la constitución le obliga, entonces no es eficaz. Por otro lado, la eficiencia es lograr el fin, con el mínimo posible de recursos o lograr más fines sin aumentar recursos, entonces, si no hay eficacia, la eficiencia es imposible. ¿Por qué el ayuntamiento sería efectivo, si su organización es del siglo XIX? ¿Quién podría reorganizarlo, si sus regidores no saben diseñar organizaciones públicas ni comprenden para qué están allí? Si quieren reconocimiento, primero deben aceptar y darse cuenta, que si la ciudad no está limpia y no es segura, aunque haya encargados de limpiarla, conservarla y mantenla, aunque haya servicios públicos, si no se logra el objetivo, no sirven. La administración o gestión pública es una disciplina amplia, seria y compleja, representa una serie de grandes dilemas y ni el estudio de escuelas poderosas, teorías o literatura existente puede solucionar totalmente. La experiencia ayuda mucho y los jóvenes en los gobiernos, ahora de moda, es lo único que no tienen, la juventud es una contradicción de la experiencia. Si gobernar una sociedad democrática o plural, es difícil, si el reto de gobernar es mayúsculo, ¿por qué se le encarga a cualquier tonto? Lo único que no se puede comprar es la capacidad de entender y comprender la función pública, todo lo demás, sí. La falta de dinero y de tiempo, no es el problema público, la incapacidad, sí lo es. Gobernar es ser eficaz, y es lo que no logra ayuntamiento alguno. Por ello “políticos” entran y sale de los gobiernos y en lugar de mejorar algo, todo empeora. Ni hablar.
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