Horacio Villaseñor Manzanedo
Los tiraderos o rellenos “sanitarios”, ni han sido ni serán, nunca, sanos, higiénicos ni la solución para eliminar los residuos sólidos de un área metropolitana como Guadalajara. Me explico, la historia de los basureros locales municipales ha demostrado que cada vez cuesta más dinero eliminar las basuras, los ayuntamientos gastan en cada nuevo periodo de las administraciones municipales más y más, y no pueden conservar ni mantener limpia la ciudad, al contrario, cada día está peor, la ciudad es en sí un tiradero, está hecha un cochinero. Los tiraderos de basura no son sustentables porque cada que se cierra uno, el próximo que se abre queda más lejos y los costos por transporte aumentan y los vehículos recolectores tardan más en regresar a atender las colonias. Por los años setenta, Guadalajara contaba con una planta industrializadora de basura que generaba composta y que era una buena opción porque alrededor de esa planta, ubicada al norte de la urbe, estaba la demanda del fertilizante natural, los campos agrícolas de la entonces Villa Maicera. La planta fue una excelente decisión, prueba de ello es que Monterrey, Toluca y el Distrito Federal adoptaron ese mismo método considerado como una eficiente y eficaz tarea social y ecológica. A principios de los años ochenta se puso en operación la primera Unidad de Transferencia local, que captaba los desperdicios de los entonces sectoresurbanos Juárez y Reforma como apoyo para que los recolectores no tuvieran que cruzar la ciudad para descargar, descuidando la colecta del área sur. Otra buena cantidad de basura se tiraba en terrenos cercanos a San Juan de Ocotán, no se trataban todos los residuos porque la cantidad de basura factible de reciclar y tratar depende de la demanda, se debe gastar en separar solo lo que se venda, separar todo sin tener mercado es tonto. En 1983, el ayuntamiento tiró la basura en los fallidos y dañinos rellenos “Las Juntas I y II” en Tlaquepaque, posteriormente, en 1986, con mejores resultados, en el denominado“Loma Linda”, en el municipio de Guadalajara. Poco después entró en operación la planta de tratamiento “Los Ayala”, en El Salto, y ahí operó el basurero “Los Laureles” varias décadas que, por cierto, aun no pueden cerrarlo “como Dios manda”. En 1987 se abrió el vertedero de San Gaspar de las Flores, en Tonalá. A consecuencia de los nuevos desarrollos inmobiliarios en Zapopan y al no necesitarse más composta en esa zona, a principios de los años noventa cerró la vieja planta de tratamiento “Los Belenes” y se abrieron los tiraderos de Matatlán, en Tonalá; “La Micaelita”, en Tlaquepaque, y “El Taray”, en Zapopan. A partir del año 2000 entraron en funcionamiento los de “Picachos”, en Zapopan, y “Hasar’s“, en Tlaquepaque, cada vez más lejos del centro de la ciudad. Urge explorar otras tecnologías como la incineración o la “gasificación por plasma”, las cuales no sólo son muy respetuosas con el medio ambiente, sino que, además, se obtiene de la propia basura la energía necesaria para todo el proceso. El sistema de limpia es responsabilidad de los Ayuntamientos, pero mientras el Gobierno del Estado siga imponiéndoles lo que deben hacer, tratándolos como gobiernos menores, su inteligencia institucional también será muy menor. La ocurrencia más reciente, fue proponer un Modelo Metropolitano de Gestión de Residuos Sólidos, modelo que si se implementa será otro fracaso más y seguiremos viviendo en una metrópoli sucia, con peligro de nuevas enfermedades. Urge un nuevo sistema integral para los residuos sólidos municipales, con base en la fragmentación y fortalecimiento municipal, que permita a la sociedad tener control y beneficios de su basura, y a los Ayuntamientos transportar sólo cenizas a los lugares metropolitanos o regionales de disposición final, con ahorros efectivos y buenos resultados, en el entendido de que con directivos públicos que le echan muchas ganas, pero no saben, seguiremos perdiendo tiempo, dinero y vida de calidad. Ni hablar.
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